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Un himno de los Patos Cabreros, que atravesó generaciones, cumplirá noventa años: «Uruguayos campeones»

El triunfo de Uruguay, por 6 a1, en Ñuñoa, el lunes 1 de noviembre de 1926, consagró a los celestes como los mejores de América. Semanas más tarde, Omar Odriozola compuso la canción que cantó la murga de José «Pepino» Ministeri en el carnaval de 1927, exaltando las glorias del fútbol uruguayo.

Por Mateo Magnone
Conductor de El Germinador, por Emisora del Sur. Autor de Uruguayos Cantores, de cuyo libro se extrae este capítulo.

Barrio Suárez Mujica, Comuna de Ñuñoa, Santiago de Chile. El lunes 1 de noviembre de 1926, Uruguay juega su último partido en la Copa América organizada por Chile en los, ya desaparecidos, Campos de Sports de Ñuñoa. Enfrenta a Paraguay y lo golea, 6 a 1.
De esta forma, luego de haber ganado los cuatro partidos que disputó, se corona, por sexta vez, campeón de América.
Por esos días, Omar Odriozola estaba en Montevideo estudiando Notariado.
Con otros jóvenes tacuaremboenses habían alquilado una casa, a la cual denominaron “República de Tacuarembó”, donde, además de compartir orígenes y soledades, les inquietaba la escritura periodística: convivían plumas de El Plata, El Imparcial, Mundo Uruguayo, La Mañana, entre otros.
Odriozola trasladaba ese ambiente al boliche y al café, donde hacía culto de la bohemia (“Bohemia, sana y noble, es la que se viva con el alma cuando se sabe atesorar en ella los dones excelsos del amor y del bien”, escribió alguna vez), principalmente en el Sorocabana y el Tupí Nambá.
En alguno de ellos conoció al director de la murga Patos Cabreros, José “Pepino” Ministeri, figura histórica del carnaval uruguayo por, entre otros gestos de vanguardia, haber introducido la batería de murga que conocemos al día de hoy: bombo, platillo y redoblante.
Si bien era muy querida y respetada en la calle, nunca había ganado el concurso oficial de Carnaval, a diferencia de los Curtidores de Hongos, con quienes llevaba una disputa estética y letrística, clásica en la historia de esta competencia.
Los “Hongos”, habían ganado los últimos cuatro concursos .

Una jornada de diciembre del 26 fue marco y testigo de la solicitud que nos lleva a cuento: “Pepino” le pidió a Odriozola que escribiera unas líneas para su murga, en vísperas del Carnaval de 1927, referidas al triunfo de la selección en la Copa América de Chile.
Como manda la historia, encorvado, comenzó a garabatear en una servilleta pero, por la incomodidad y el mareo de algunas copas, buscó enderezarse y terminar la poesía apoyando el papel en una puerta:

Invictos en Europa, invictos en América,
del mundo son campeones, de América lo son.
Lo mismo que en Colombes, en campos de Nuñoa,
pasearon victoriosos el patrio pabellón.

El argentino, el team chileno,
el boliviano y el paraguayo,
fueron vencidos, por el invicto,
pujante y fuerte team uruguayo.

Uruguayos campeones, de América y del mundo,
esforzados atletas que acaban de triunfar.
Los clarines que dieron las dianas de Colombes,
más allá de Los Andes volvieron a sonar.

El pueblo de Francia, en las Olimpiadas,
aplaudió entusiasta su triunfo mundial,
hoy es Sudamérica la que alborozada
admira a gloria del team Oriental

Dedicada, en el repertorio oficial de los Patos Cabreros, “a los footballers uruguayos y a los canillas”, esta canción fue presentada en los tablados con el título “Los campeones”.
Por aquellos años no existía la “retirada” o “despedida” como lo concebimos hoy, sin embargo el texto de Odriozola cerraba el espectáculo, así que funcionaba como tal.
Otro aspecto diferente era la estructura de concursos.
Más allá del oficial, cada tablado vecinal contaba con su propia competencia, con sus propios premios monetarios.
Los conjuntos decidían en cuántos y cuáles participar.
La historiadora Milita Alfaro, es post de identificar el efecto posible de “Invictos en Europa…” en ese Carnaval, se tomó el trabajo de contar los triunfos por tablado, a partir del dato referido al concurso oficial, donde los Patos Cabreros y Curtidores de Hongos empataron en la primera posición:
“Más de cuarenta primeros premios para los Patos contra unos veinte de Curtidores. Categórico veredicto nacido sin duda de la puntería con que el olfato popular, ajeno a las proverbiales distracciones y ‘yerros’ de los especialistas, detectó de manera inmediata, la sabia combinación de ingredientes que hizo de Uruguayos campeones una de nuestras señales identificatorias más perdurables” .
El padre de Milita, Hugo Alfaro, brillante periodista, afecto a escribir sus memorias con un ida y vuelta mental admirable, llevó a la pluma los recuerdos de su juventud en el tablado Cidriz, que vivía y coleaba en la esquina de Justicia y Lima.
Sobre aquel carnaval del 27, narró:
“’Pepino’ ya está arriba del tablado cumpliendo ante la mesa las formalidades para la actuación. Todo legal, como querían los uruguayos de entonces. La alegría estaba en el aire, no había arrancársela a nadie a tirones (el dólar estaba a la par). Es el momento en que los ‘Patos Cabreros’ arrancan a cantar, y con ellos la ciudad entera: ‘Uruguayos campeones, de América y del mundo…’” .
O, jugueteando con la sociología de la esquina:
“No hay caso: el tablado es el escenario de identificación de la barriada. En él todos ríen y vibran con los mismos estímulos. En él se refleja el diario vivir de la gente común. (…) Por eso se enciende el alma del vecindario ante la mímica fantasiosa de Pepino al frente de los Patos Cabreros o ante las órdenes –reina un instante de silencio- del Loro Collazo al frente de la Oxford. Allí escuché, sin saber que sería para siempre, ‘Uruguayos campeones de América y del mundo…’” .