Las tres etapas de la murga del Paso Molino: la fundacional, los años de Pianito y la llegada de Catusa, resumidas en un relato que ubica en el tiempo a otros tantos referentes de una murga de enorme arraigo popular.
Por Guzmán Ramos y Fabio Da Silva
Foto: Del archivo de ambos (donada por Dionisio Arbenz)
Araca la Cana nació en un barrio laburante: Paso Molino.
Reflejó, desde su nacimiento, el sentimiento histórico de sus creadores, ya que es la única en la que sus fundadores -desde el primero al último, incluyendo sus utileros- fueron vendedores de diarios. “Una rara mezcla de negros y canillas”, como la definió recientemente Catusa Silva.
Nació en el año 1934, preparándose para el Carnaval de 1935, en la esquinas de Benito Riquet y Carlos Tellier, de la mano de algunos soñadores como «Manolo» Lemos (Piano) -quien sería su primer director-, los hermanos Ferreira, El Gallego y Potolo, Aramís Arellano –el padre de Gladys, la primera mujer parodista y a su vez el abuelo de Raúl “Tití” Medina-, Huberto Barrios y Luis “Fino” Carballo –el padre de Rosa Luna-, quien se transformaría en su letrista y director escénico durante los primeros años.
Mucho se ha escrito sobre el comienzo de la murga y su relegamiento de las primeras posiciones.
Sin embargo, en los años 1937 y 1938 entró segunda y en 1939 ocupó la tercera posición en el concurso municipal. No obstante, todo cambiaría a partir de 1941.
Buena parte de la mística de Araca la Cana se debe a quien fue por muchos años su gran director, Cipriano “Pianito” Castro, quien se une a la murga en 1936, después de su pasaje por los Pirichiritifláuticos. Pianito recorrió el camino de componente hasta 1939, aunque en 1940, junto con otros componentes de Araca, incluyendo a su hermano, vistieron la camiseta de Asaltantes con Patente, en aquel famoso año donde se juntan también con Patos Cabreros en una misma murga.
DOS LEYENDAS
Las leyendas de la murga del Paso Molino y de Pianito comenzaron a erigirse en un mismo momento: 1941.
Es que en ese año se hizo con de la dirección escénica, comenzando con los grandes cambios. De ese año es también la historia que cuenta que Pianito hizo cantar a la murga de frente al púbico, en vez hacerlo de frente al jurado, como se hacía hasta entonces. Esa decisión fue tomada como protesta ante lo que entendieron como una injusticia en la premiación.
Según algunas voces que vivieron esa época, tal actitud de rebeldía le valió a la murga el desplazamiento de las primeras posiciones en los años siguientes y fue el comienzo del mito de la Araca contestataria.
Además, para ese Carnaval fue escrita una de las presentaciones murgueras más recordadas de la historia, que hoy, gracias a datos aportados por Xóse de Enríquez, sabemos que pertenece a esa fecha y no a 1937, como se creyó por décadas.
De Enríquez, además de sus charlas con el Gallego Ferreira, documentó que el saludo de 1941 fue escrito por Esteban Espina y no por Radamés Vecchio, que figura como autor en la mayoría de los discos de la murga en todos estos años. De hecho, Vecchio nunca escribió para ninguna murga.
El original del saludo en cuestión tiene algunas diferencias con el que se popularizó:
“Hoy rompió la lira su mutismo triste y a su son / Van mariposillas portadoras de ilusión /
Y en sus alas de cristales hoy / reflejan la alegría que despide el día despuntando el sol.
Llegarán, y en sus alegres cantares / van quitando los pesares/y alegrando corazones.
¡Viva la risa! ¡Reine el amor! / Cantando en Templos de Momo
¡Que son encantos! / Araca la Cana les brinda un canto/
para que llegue al alma /y a tu corazón.
ARACA COMO REFERENTE POPULAR
Con el paso de los años Araca fue transformándose en referente dentro del Carnaval, generando algunas modificaciones importantes que rompieron con muchos moldes de la época. Entre otros cambios propuestos por Pianito resaltan los primeros adornos en el canto, parar la murga en forma de herradura y dirigir de frente al público, dando la espalda al coro.
El canto fue siempre un sello indiscutido, por eso hasta el día de hoy se la conoce como “La Bruta”, a pesar de que existe la creencia que el apodo alude a sus textos y el modo de encarar la crítica.
El mismo nació de un comentario hecho por el Gallego Ferreira a Pianito a la salida de un cine cuando, al terminar de ver una película de Libertad Lamarque y quedar asombrado por el canto de la artista, le comentó: ”viste como canta esta mujer, se parece a Araca, es una bruta”.
Fue recién en 1948 y después del regreso de Pianito a la murga -el año anterior había dirigido a Asaltantes con Patente- que Araca accedió por primera vez al primer premio. Lo logró con letras del Fino Carballo, que abrió el espectáculo trazando una visión de Carnaval en la que el murguista se coloca una máscara para abrir un paréntesis de ilusión entre tanto sufrimiento, para transmitir la alegría al barrio, exorcizando la tristeza.
“Carnaval de la existencia / donde se disfraza el ala de Pierrot, de Colombina o del eterno Arlequín / El tinglado de la vida nos da el premio de la calma / para representar esa farsa y esa alegría sin fin / Hay que ser como el payaso, reír con el ala herida / para recibir el aplauso que nos da el espectador/ Si hay que ser un poco falso hasta con la misma vida / la tristeza y el dolor para engañar la amargura”.
EL MARACANAZO Y DIRECTOR DE DIRECTORES
Pasaron muchos años para que la murga ganara nuevamente. También muchos personajes importantes, entre los que podemos destacar al «Tornillo» Gamero en los textos, o componentes de la talla de Peloche, Carlos Soto o el coro de la Aduana, en el 1951.
A medida que el Uruguay y el Carnaval iban cambiando, la murga iba sumando participaciones ininterrumpidas todos los febreros. Y con el tiempo su director se transformaría en el director de directores, un mote que le cupo a Pianito cuando, al momento de homenajear a los campeones mundiales de 1950, fue llamado a dirigir una murga integrada por las batutas más prestigiosas del momento.
Recién en 1969, con la dirección de Zelmar “Pocho” Pérez en reemplazo de Pianito y las letras de Mario Lorenzo, la murga volvió a obtener un primer premio. El combinado de murguistas lo integraban figuras de la talla de «Picho» López, Juan Ayusto y el recordado «Comba» Insúa, personificando al Topo Gigio.
Los libretos de ese año fueron un punto de inflexión en la línea de la murga, ya que la política comenzó a ser el eje de todas sus propuestas. A modo de ejemplo vale recordar un duro texto contra las Medidas Prontas de Seguridad aplicadas por el gobierno de Jorge Pacheco Areco, las cuales ocuparon buena parte del repertorio, incluso en la presentación.
Otro año trascendente en la historia de Araca fue 1970 porque fue el último Carnaval en el que se vio a Pianito dirigiendo a su murga. A partir de ahí tomaron de la dirección responsable el «Paraguayo» López junto a Catusa Silva, quien se había integrado al grupo el año anterior.
Ambos cambios fueron la reafirmación de una nueva etapa, cuyo ícono mayor fue la canción de “La Compañera”, en 1972. Simbólicamente, el tránsito de una etapa a otra tuvo su representación ritual, como cuando un viejo monarca abandona su trono para dar paso a una nueva generación.
Ese hecho tuvo lugar en 1971, cuando en las horas previas al desfile inaugural, la murga pasó por la puerta de la casa de Pianito a pedir permiso al histórico director –ahora enfermo e imposibilitado de salir en Carnaval- para que Cacho del Puerto tome las riendas del coro, no sin antes entregarle una batuta para que este hiciera una breve mímica en recuerdo de sus años de esplendor.
“Maestro dirija usted a su murga”, fue la frase previa a la transmisión del mando, recuerdan quienes vivieron ese emotivo acontecimiento. Pianito dirigió al coro por última vez esa noche, logrando enmudecer a varios componentes. Incluso Ruben Molina –una de las voces más importantes en la historia del género-, que fue protagonista de esa escena, recordó alguna vez que no pudo entonar ni siquiera la primera estrofa.
EL GOLPE DE 1973
El año 1973 sumiría al país en una de sus etapas más tristes y oscuras con el golpe de Estado consumado el 27 de junio, pero en un contexto muy agitado desde los primeros días del año. Fue en ese contexto cuando la murga dedicó una presentación a los trabajadores y una despedida a los derechos humanos.
Sus planteos le valieron la censura de los libretos en plena democracia, al tiempo que fue relegada a la trigésima posición en el concurso.
Sin embargo, los embates autoritarios no impidieron que la murga encabezara -junto a Los Diablos Verdes- las columnas del oeste de Montevideo en el acto del Primero de Mayo de ese año.
Durante los años siguientes la murga siguió reafirmando sus convicciones y transformándose en un símbolo de la resistencia, a pesar de la censura permanente sobre sus textos y la proscripción de algunos de sus componentes. A principios de la década de los ´80 ya era visualizada como una de las máximas referentes de La Teja.
Para buena parte del público carnavalero fue la gran candidata en el año 1982, pero las autoridades difícilmente hubieran permitido su triunfo, máxime después de que en 1981 Los Diablos Verdes –notoriamente afines al Partido Comunista- resultaran ganadores, en un triple empate.
En 1984 y a punto de caer la dictadura, Araca logró una de sus actuaciones más aplaudidas con el cuplé de Pinocho, actuado por José Dorta. Por esos años comenzaban a destacarse las voces de Julio Pérez –que interpretó a Gepetto- y Oscar “Negro” Lescano.
EN DEMOCRACIA
Con la llegada de la democracia, Araca siguió marcando su perfil, cuestionando, criticando y denunciando una amplia gama de temáticas en el terreno de la política, como por ejemplo el desempleo, la pobreza y la problemática de la infancia, entre otras.
Sin anestesia, diversos gobernantes eran duramente satirizados en sus repertorios, al punto que en 1988 un muñeco con grandes cejas –como las del presidente Julio María Sanguinetti- fue tomado a puntapiés sobre el escenario. El hecho no pasó inadvertido y la murga fue otra vez más desplazada por el jurado.
Por esos años el énfasis de sus textos también estaba puesto en la reivindicación de la unidad latinoamericana, al tiempo que, con los textos de Catusa, la murga jugó un papel importante en la lucha contra la ley de Caducidad sancionada a finales de 1986 y reafirmada mediante un referéndum en abril de 1989.
Fuera del ámbito artístico, el grupo fundó su propia casa. A través de ella funcionó un centro cultural, donde también desplegó actividades comunitarias y de contención social, como por ejemplo un servicio de atención psicológica en el barrio Atahualpa.
En 1991 la murga enfocó su crítica hacia la corrupción, en 1992 habló del colonialismo y la reivindicación de los pueblos originarios con motivo de los 500 años de la llegada de Colón a América, en 1995 el tema fue la familia, con una propuesta muy jugada al humor, hasta que en 1997 el grupo alcanzó nuevamente el primer premio.
Ese año la murga contó con la presencia de Miguel Becchi personificando a Juan Memoria, mientas que Luis Alberto Carballo compuso a Figuretti. Completaron el elenco Mónica Santos, Memo Cortés, Andrés Villalba, Coco Paiva y Tiburón Martinez, entre otros históricos.
La década pasada y la actual mostraron un sabor distinto al de los veinte años anteriores, con una menor convocatoria y espectáculos que no han tenido la misma contundencia. No obstante y a pesar de lo antedicho, la murga ha mantenido su perfil contestatario y orejano, desplegando, como novedad, críticas a algunos personajes y políticas de la izquierda uruguaya que, salvo excepciones, suelen resultar ilesos en muchos repertorios.