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Si entendemos al Carnaval como un ritual en cuyo tiempo y espacio está permitido desordenar lo que en el resto del año está ordenado, el humor, por definición, debería ser un condimento esencial y permanente en la fiesta de febrero.
Y mucho más en un Carnaval como el uruguayo, caracterizado por su inconfundible impronta teatral, en el que los principales hechos suceden sobre un escenario.
Contrariamente a esa auto percepción de un país gris, melancólico y unido indivisiblemente a la nostalgia, el humor, la picardía y la ironía han sazonado las esquinas montevideanas durante décadas.
Mirarnos en el espejo y reírnos de nosotros mismos -y en esa carcajada, desplegar a veces una fuerte y corrosiva crítica- son acciones que, en cierto modo, resumen parte de la historia de un Uruguay plural, diverso y libre, donde en los distintos momentos históricos ha sido posible levantar una voz cuestionadora al poder, ya sea en los graffitis anónimos pintados en los muros de cualquier barrio, en las historietas de los diarios, en los programas humorísticos de la televisión y desde luego, a través de la pluma de los libretistas de Carnaval.
Dentro del Concurso Oficial, la categoría de humoristas existe desde el año 1946, aunque el concepto está presente desde mucho antes.
Tal es así que La Escuelita del Crimen, el grupo de Jaime y Ruben Urrutia que dominó el género hasta finales de los 80, fue fundado en 1939. La Escuelita nació en el corazón de Capurro, en las inmediaciones de Francisco Gómez y Coraceros, donde funcionaba el tablado Chanta Cuatro.
Jaime y Ruben, que eran sobrino y tío y no hermanos como se cree, aprovechaban los intervalos y las demoras de las agrupaciones para hacer sus divertidos números, junto a Héctor Maciel, Marx González y Ricardo Acuña.
Pero si bien la categoría fue fundada en el 46, fue recién en el año 1955 cuando se separó del parodismo, permitiendo que el grupo de los Urrutia se alzara ese año con el primer premio, en base a los sketchs y los muñecos creados gracias a las habilidades de sus directores.
Andá ke te kure lola, de Carlos García, el director responsable más ganador de la historia con la revista Palán Palán y Los Humoristas del Betún, del Colorado Lemos, Peloche, Potolo Ferreira -y los libretos de Ramón Collazo- marcaron las dos primeras décadas de la categoría.
Por esos años también tuvieron importantes destaques Los Charoles, de Luis Alberto «Fino» Carballo, fundados en 1948.
Los sesenta, por su parte, contaron con la irrupción de los Jardineros de Harlem, del campeón sudamericano de boxeo, Basilio «Tuca» Álvez.
Ganaron en 1963, 1965, 1966, 1968, 1969 y 1970, pero su estrella se fue apagando progresivamente luego de su último primer premio.
Carlos Aldama fue su actor principal y José Tucho Orta el co director del grupo, una década antes de la fundación de Los Gaby´s.
Toscano Duarte, Héctor «Siete» Bove y Ricardo Rivadavia integraron sus elencos, sentando las bases del nacimiento de otro grupo de gran importancia a partir de los setenta, como fueron Los Favios.
Los setenta estuvieron pautados por la fuerte rivalidad entre La Escuelita del Crimen y Los Favios, este último, de gran reconocimiento por sus cantantes.
Los Favios fueron fundados por Rivadavia, en homenaje a Leonardo Favio, que en ese entonces se presentaba reiteradamente en Montevideo.
El arreglador era el director de orquesta Jhonny Kemerle. Además de Amilicar Maidana, Artigas Palomeque, Beto Azar, tuvieron entre sus actores a Tuta de Castro y Jorge Velázquez, el querido comediante fallecido el año pasado.
Sobre finales de la década del 70 el humorismo vio irrumpir a Los Joker´s de la familia Tuala, a mediados de los 80 les tocó el turno a Los Carlitos, de Carlos «Cachito de León», al tiempo que a finales de esa década nacieron Los Buby´s, con Carlos Viana, Gervasio Pratis, Willy Kimpos y un grupo de artistas de la compañia Cafe Teatro, dispuestos a marcar una época.