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Quince artistas viajan en el tiempo y cuentan su nostalgia carnavalera

Fernando Toja, Enrique Vidal, Yamandú Cardozo, Renée de León, Carlos Melgarejo, Juan Ignacio Cristóbal, Luis Vázquez, Fabricio Speranza, Coco Rivero, Cheché Santos, Jimena Márquez, Gustavo Cabrera, Adrián Salina, Agustín Pittaluga y Christian Font van en busca de recuerdos de tiempos pasados y evocan una serie de vivencias personales e íntimas, que van desde los tablados de barrio, los disfraces, los corsos o los espectáculos que marcaron una época. Y al narrarlos a Calle Febrero, los reviven, aunque sea en un instante en la imaginación, para continuar teniéndolos presentes.

Foto: Jimena del Río Ocampo

Fernando Toja
Director artístico de Cyranos
«Me vienen, en forma directa, varios recuerdos: en la infancia, el tablado de Tabaré, las murgas y en especial La Escuelita del Crimen, con el niño Calatrava.
En estos ojos de hoy aun viven las imágenes del tiempo dorado de mi niñez en carnaval, los corsos de Rivera y mi disfraz de torero. En la adolescencia carnavalera recuerdo al glorioso tablado del 25 de Agosto, con nuestra murga, La Colorada, que se colaba entre las que iban al tablado.
Nosotros, pintados y disfrazados, llegábamos cumpliendo con el ritual del camión, a puro bocinazo, aunque saliéramos de la casa de Apo, a dos cuadras del club.
También, la aventura loca e inolvidable de la creación de Los Buby´s, disfrutando el carnaval desde la inocencia y sin saber que cornos era el concurso…
Mas acá, El tren de los sueños, con Contrafarsa y La Matinée… Son flashes, que de seguir encandilándome, terminaría en un torrente de luz iluminada por los hermosos e inolvidables recuerdos.
Gracias por permitirme viajar un poco en el tiempo, sabiendo que la nostalgia no es tristeza, sino un estado que existe hasta antes de que naciéramos y vagáramos por este absurdo mundo».

Enrique «Gallego» Vidal
Actor y letrista
“Voy a mencionar un grupo que tengo archivado en la memoria afectiva, conceptual, estética e ideológica. En épocas de dictadura e insilio me quedé más que sorprendido y emocionado cuando vi -o mejor dicho presencié, porque a los ojos hay que sumarle la percepción y la vivencia- a la maravillosa Falta y Resto (y aquí me detengo a expresar mi enorme alegría por la recuperación del flaco Raúl Castro) haciendo, entre otros pasajes de su repertorio, a la imponente Murga La.
Es difícil explicar por qué. En primer lugar, obviamente, influye el contexto del momento: era 1983, plena dictadura y La Falta tenía una apelación constante a la comunicación con guiñadas cómplices y contenidos subliminales.
Calro que esa misión la pudo abordar un simple texto panfletario y exitista. Pero no, no se trataba de eso, sino todo lo contrario. La magia estaba en hacerlo con calidad e inteligencia artística.
Eso fue lo que consiguió, con su pluma, mi amigo Raúl. Fue una época de oro del Flaco, un libretista que, para mí, estableció un antes y un después en el carnaval.
La Falta, en esos años, fue algo así como la Holanda 74, la recordada Naranja Mecánica de fútbol, no la mía (risas).
Lo fue, porque pudo revolucionar los parámetros de la murga y del carnaval…
Debo sumar, además, una coincidencia histórica, en relación con su integración.
Los planteles de la Falta de los 80 tuvieron componentes y creadores talentosos, pesos pesados, de primer nivel: el Canario Luna, Pitufo, Roberto García, Julio Julián, etc. Y como si fuera poco, la colaboración de Jaime Roos.
Era un colectivo difícil de de igualar.
La puesta en escena, la expresión corporal, la luz, el vestuario, los tiempos, los climas, la gestualidad, todo estaba en una licuadora creativa expresada con una energía artística desconocida hasta ese momento en el carnaval.
Era teatral, pero esencialmente carnavalera y popular, a pesar de su profundo contenido intelectual
Una joya para el mejor de los museos.

Yamandú Cardozo
Director y letrista de Agarrate Catalina
«Entendiendo la nostalgia como una instancia para revivir o evocar los momentos ya vividos, iría a mi infancia, esa etapa donde conviven el deslumbramiento de todo niño con el acercamiento a la murga.
Mi infancia transcurrió en los años ochenta, con la vuelta a la democracia y las murgas de La Teja. El fervor de la vuelta a la democracia era increíble, me conmueve y remueve una cantidad de cosas.
Pero lo que más nostalgia me da, es una nostalgia ajena, que no viví, no me corresponde.
Y como no lo viví está a mitad de camino entra una frustración y un deseo. Me moriría por haber vivido con las murgas del veinte, del treinta, los cuarenta, pegaditas con el tango, los cafetines, los poetas urbanos y la bohemia.
Esa mezcla con los movimientos culturales correlativos al Uruguay de esos años es algo que me hubiera encantado…»

Renée de León
Bailarina y coreógrafa
«Mi nostalgia está en los tablados de antes, en especial los de los barrios: el Mega (Jardín de las Comparsas), el Defensor Sporting, el Jardín de la Mutual, el Liverpool y el Teatro de Malvín. También añoro las rutas que hacíamos con los conjuntos, cuando teníamos cinco tablados todas las noches. Pero bueno, los tiempos cambian…».

Carlos Melgarejo
Referente de Contrafarsa
«Mi nostalgia tiene que ver con la ausencia de algunos títulos importantes que han significado mucho a lo largo de mi vida.
Recuerdo con cariño a La Nueva Milonga, Saltimbanquis, los primeros años de La Reina de la Teja y Contrafarsa.
Las primeras tres fueron las que me marcaron de joven y, desde luego, Contrafarsa tiene un significado personal muy emotivo
Las primeras también tienen un toque especial, porque me enamoraron. Tal vez, en esos años, cuando uno las veía sobre el escenario no se daba cuenta, pero cuando las miro a través del tiempo, me queda claro de lo importante que fueron».

Juan Ignacio Cristóbal
Actor de Aristophanes
«Recuerdo con nostalgia el espectáculo de Contrafarsa 2000 (El tren de los sueños). En ese entonces tenía 11 años y no era capaz de entender todas las cosas que la propuesta decía, aunque a lo largo del tiempo fui comprendiéndolas y sin dudas fue maravilloso.
Sumado a eso, en mi casa, mi viejo era hincha de Los Diablos y nosotros teníamos en la escuela a Luis Ortiz (integrante de Contrafarsa) como profe de música.
Entonces, por él y por Gabriel Melgarejo -que era compañero de un abuelo postizo- con mis hermanas nos hicimos hinchas de Contrafarsa, a tal punto de que jugábamos a pintarnos la cara y cantar todo el espectáculo.
Había pica con mi viejo porque ganaban los Diablos y Contrafarsa un año cada uno. Era una pica muy sana, obvio, pero no dejaba de ser una manera de vivir el carnaval».

Luis Vázquez
Músico – Integrante del jurado
«Mi nostalgia tiene que ver con el barrio y los lugares a los que concurría de niño.
Me acuerdo del tablado Blue Star, en Gonzalo Ramírez y Javier Barrios Amorín, al que iba muy seguido. Hoy en día existen unas viviendas, pero hace años allí había una canchita de básquetbol, a la que íbamos todos los días. Era una zona humilde, pero cuando llegaba febrero se armaba el tablado.
Otra nostalgia: los ensayos de los Esclavos del Nyanza, en el Palermo Boxing Club, ubicado en Gonzalo Ramírez y Santiago de Chile, a finales de los años setenta.
En frente funcionaba una parrillada, llamada La Cabaña, que era de Catusa Silva. Allí llegué a escuchar cantar a Araca la Cana, siendo un niño».

Fabricio Speranza
Murguista de La Gran Muñeca
«Dese muy chico íbamos con Maxi Tuala a ver a Los Buby´s, a los que seguíamos en los ensayos en el Club Orensano, luego en los tablados y ni que hablar al Teatro de Verano.
Teníamos un amigo, Pablo Blanco, que era utilero y a través de él comenzamos a engancharnos, a tal punto que con Maxi llegábamos a casa y nos poníamos a repetir los parlamentos que ya sabíamos de memoria.
De a poco, jugando a repetir los diálogos, nos dimos cuenta que queríamos ser como ellos y hacer eso.
Esa anécdota de llegar a casa y repetir los parlamentos es del año 1997. El espectáculo empezaba con personajes de Disney. La primera humorada tenía muchos paralelismos políticos, algo muy típico de ellos y la segunda humorada se llamaba El mágico mundo de Los Buby´s, protagonizada por Cacho Hernández.
En la despedida decían «No la deje pasar, no la vaya a perder, la llave de Los Buby´s, para sentirse bien». Estaba tan buena que tenían una coreografía con el público, pero Cacho se colgaba y estaban al borde de pasarse de tiempo.
Con Maxi no teníamos ni diez años, pero estábamos gritando como locos en la platea para que se bajaran y no le sacaran puntos”.

Alberto «Coco» Rivero
Actor y director de puesta en escena de Cayó la Cabra
“No tengo espectáculo que viva con nostalgia. No añoro nada de ningún espectáculo, sino que son los espectáculos en los que he participado me han traído hasta acá.
Sí recuerdo con especial cariño A Contramano 2003 (El loco manicomio).
En la descripción de esa propuesta está el fundamento de por qué lo recuerdo: lo arriesgado del plano estético, con una murga toda de blanco. Otro fundamento era el tema a tratar: la locura, como tema ominoso en carnaval.
También incide el año en que se gestó: 2002 año de crisis en el Uruguay.
El espectáculo significó una fiesta para el grupo humano que lo creó.
Recuerdo lo que nos pasó en los tablados y el disfrute de cantar lo que cantábamos. Y la tercera rueda en el Teatro de Verano…
El día de los fallos fue inolvidable en el club El Faro, lleno, todos cantando la presentación y retirada. Fue una fiesta…”.

Hugo «Cheché» Santos
Cantante en Yambo Kenia
«Yo soy un producto del carnaval y he vivido toda la vida al son del tambor, que es lo que me gusta y me hace feliz. Mi recuerdo es del año 1963, cuando se creó Negrocán, un boliche que funcionaba donde hoy es la Casa de Andalucía, bajo la dirección de Ruben Gallosa y con el auspicio de la Intendencia de aquel entonces.
Negrocán fue el comienzo de una etapa hermosa para los que hacíamos candombe. Había grandes figuras como Hipólito Albín o Carmen Abella y otras tantas personalidades importantes de la cultura, como Daniel Viglietti o Alfredo Zitarrosa.
Además de poder expresarnos y compartir horas y horas, Negrocán era una especie de emblema de los sesenta, dentro de una época de muchísima creación.
Recuerdo que los candomberos andábamos de consulado en consulado aprendiendo la fonética africana, porque para cantar, no podíamos equivocarnos.
Con el paso de los años, como todo lo bueno, ese espacio fue decayendo. Los militares lo cerraron años más tarde, porque era un lugar peligroso: había mucha gente pensante».

Jimena Márquez
Libretista y humorista
«Mi nostalgia carnavalera, sin dudas, son los tiempos de la BCG y donde cada función era un gran desbunde
Ellos cantaban: «Vamos a crear, crear, un desbunde» y lo armaban realmente en el tablado
Se rompían todas las reglas. Mi madre llegó a terminar tirada en un colchón, con Esmoris, comiendo un refuerzo.
Se armaba una comunión que nunca volví a ver.
Si bien hoy hay instancias donde los conjuntos se bajan y todo, esa comunión de demencia que se armaba con la BCG era única y es mi gran nostalgia».

Gustavo Cabrera
Director responsable de A Contramano
«Mis nostalgias van por otro lado, no son precisamente repertorios de murgas… Pero con respecto a espectáculos me vienen imágenes de Falta y Resto 1991 (Viva la imaginación), Falta y Resto 1992 (el Concurso de murgas imposibles) y la Retirada de Arlequines de 1996 (Los cien años del cine). De los espectáculos nuestros recuerdo El loco manicomio (2003), En busca del hombre nuevo (2005) y La Familia (2009)».

Adrián Salina
Platillero y letrista referente de La Gran Siete
“Me viene a la memoria Falta y Resto del 84, con todo lo que significaba en aquel momento el peso de las letras de Castro, más para un gurí de un hogar bastante politizado como el mío.
Era un espectáculo con un peso artístico infernal, tremendo coro, tremendos momentos y tremenda batería.
Las baterías, en particular las de aquellos años, también me generan hoy cierta nostalgia: sus toques, los personajes de los tocadores –a quienes trataba de ver lo mas de cerca posible- así como su interacción con toda la murga, tenían gran efecto en mí y por eso lo recuerdo así, con disfrute, pero sabiendo que ya no serán.
La otra nostalgia es más de arriba del escenario, con La Gran Siete, en particular el año 1997.
Ese fue un año maravilloso para la murga… Sin dudas el mas redondo en el que me toco estar y, sin falsa modestia, de los que vi. Y aclaro -para tranquilizar a los que me crean parcial-  que hemos hecho cosas muy malas también…
La presentación de ese año estaba basada en el discurso de un vendedor ambulante de ómnibus. No tenía desperdicio: gano el concurso Víctor Soliño.
El salpicón tenía buena parte de sus cuartetas haciendo referencia a que Montevideo había sido nombrada Capital Iberoamericana de la Cultura. Era un momento bien Unión-Unión, movidito y reidero.
Seguía el cuplé de los símbolos patrios, inspirado en el intento de un diputado del Partido Nacional de encarcelar al Cuarteto de Nos por el tema «El día que Artigas se emborrachó».
Arrancaba con un acto escolar, donde los tres integrantes de la batería imitábamos a comentaristas carnavaleros. Me tocó Néstor Pallares.
Hugo Bravo hacía de el niño Calatrava y de Mercedes Fofa, en un segmento en el que sugerían posibles próceres de las Provincias Unidas que hubieran surgido de una eventual victoria artiguista.
A mi gusto, como cuplé, era superior al del tilde.
Y luego venía el cuplé del tilde, una obra de ingeniería de lenguaje.  Además, hacía reír.
Edgardo Roullier lo interpretaba y cantaba bárbaro.
La retirada se dividía en dos partes, dos canciones: una de Francisco Rey (integrante de Asamblea Ordinaria) y una parte posterior de Lamolle con una belleza de letra y melodías enormes.
Además de lo artístico en sí mismo, siento nostalgia con lo que pasaba en los tablados con la murga. La gente nos pedía que hiciéramos el cuplé que no habíamos hecho en la ida anterior y se generaba mucha risa de arriba y de abajo del escenario. Fue una gran alegría de cantar (o tocar) cada segundo del repertorio viendo a la gente realmente disfrutando».

Agustín Pittaluga
Murguista en Los Diablos Verdes
Mi nostalgia es con «La caldera de los Diablos» (Los Diablos Verdes 2003). Era un espectáculo tremendamente dinámico, una aplanadora.
Ese fue el primer año que canté murga. Fue mi debut en el carnaval de las promesas, con Los Diablitos Verdes. Y ensayábamos en el mismo local que Los Diablos. Después de nuestro ensayo nos quedábamos con mis compañeros a mirar a nuestros ídolos, y a comer las milanesas ´del Héctor´ y ´la María´. Además, se dio que Los Diablitos Verdes ganaron y Los Diablos Verdes también, de modo que fue un debut soñado para mí. Era tremendo poder compartir el mismo lugar con todos esos grandes murguistas”.

Christian Font
Libretista y murguista.
«Tablado del Defensor, año 1994. Era parte de un grupo que acompañaba a Antimurga BCG. Eramos gurises de 15, 16 años que ibamos a Aebu, que ese año oficiaba de local de ensayos de la murga. Último día de tablados previo a la noche de fallos. La BCG solía -en varios tablados- abrir a primera hora y volver de madrugada a cerrar al mismo escenario. Esa noche hubo 7 tablados. Sobre las 3 am habrá llegado el conjunto. Nadie se había movido. Además del repertorio de ese carnaval se habían sumado dos o tres canciones «clásicas» de otros años. El cierre era «Las pegaditas», enganchado tropical con que la BCG había irrumpido en el carnaval del ’86. Los fallos de las restantes categorías estaban empezando y nadie se movía del tablado. Habrá sido una hora de actuación. Ver desde la platea -confundido entre la gente, agitando- a todo un tablado bailando me hizo ver lo que al menos para mi es la esencia del carnaval: la participación, la comunión colectiva. Disfrutaba tanto ser público como eventual integrante. Siempre digo que fue mi primer carnaval. Llegamos a Aebu y se festejó como cada espectáculo, con entrega de premios (Los «Toby’s») a los componentes. El conjunto salió quinto en el concurso pero es un detalle menor frente al disfrute que representaba todo aquello».