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La celulosa en Uruguay, bajo la lupa humorística de Agarrate Catalina, en el año de su viraje hacia temáticas globales

El siguiente artículo es un resumen de la crítica formulada por Guzmán Ramos y Alejandro Scherzer al espectáculo 2006 de la murga de los hermanos Cardozo. Forma parte del libro «Destino Murga Joven. Espacio, tiempo, circunstancias», de ambos autores.

Agarrate Catalina en el viraje a las temáticas globales
Por Guzmán Ramos y Alejandro Scherzer

Con el primer premio del año anterior, Agarrate Catalina cerró una etapa en que la política partidaria era el centro de atención, posando ahora sus argumentos sobre temas que, si bien no se desconectaban de la realidad local, abrían su mirada fuera de esas fronteras.
Este mecanismo prepararía el terreno para el gran espectáculo del año siguiente, en el que las ideas abarcarán definitivamente al ser humano. Además, ganaba su segundo primer premio.
El punto de vista narrativo estaba planteado en la composición de «Las cucarachas del fin del mundo», donde los propios insectos ponían en acto el relato.
Para cubrir esta necesidad, todos los murguistas aparecían caracterizados como especímenes, con trajes que exaltaban los enormes ojos, vientres y antenas, que con el maquillaje y el movimiento subían un escalón más el tratamiento profesional de la imagen.
La pantalla internacional se encendió a través de una idea apocalíptica: la desaparición del mundo, de la raza humana y de las especies, hecho al que sólo las cucarachas podrían sobrevivir.
Existen fábulas que señalan la capacidad de estos seres de resistir la radiación de una explosión nuclear o del choque de un asteroide contra la Tierra.

A esperar el fin del mundo / nos vamos a dedicar, / porque cuando acabe todo nosotras
vamo a quedar. Qué ironía el mundo, / qué contrariedad / para el hombre y su moral. Este
bicho inmundo, / inútil e incapaz, / testigo de su final.

Despreocupadas acerca de las causas que llevarían a la desaparición del ser humano, las protagonistas trazaban una serie de hipótesis acerca del final, entremezclando como al pasar sucesos internacionales con la realidad uruguaya.

Sentadas a esperar el fin del mundo / bajo la sombra de algo en descomposición / vimos
pasar doscientos meteoritos / pero en la Tierra ninguno reventó. Pensamos que, con la gripe
del pollo / por fin el mundo se iba terminar. / Terrible fiasco, una gripe cualquiera, / pero del
pollo qué se puede esperar, / un pajarraco con alas que no vuela / estaba visto nació pa
fracasar. Después se vino / aquella gran tormenta / y parecía que todo iba a volar, / voló hasta
un auto, la antena de Concierto, / las facturas del IVA, y atrás los Rupenián.

Pero la destrucción nunca llegó en los términos supuestos.

Mirá pa fuera. / No vuela ni un panadero, / está despejado el cielo. / ¿Cómo puede ser?
Por lo que se vieron obligadas a reformular sus teorías y orientarlas hacia una crítica con humor
acerca de algunos valores y acciones del ser humano en los tiempos que corrían. Según el
razonamiento, el propio ser humano podrá destruir aquello que no pudieron las peores tempestades
de la naturaleza.

El Apocalipsis arribará como producto del mal uso de la ciencia, de las deficiencias del sistema dominante o de las conductas violentas que llevan al hombre a la guerra.

Ojalá que se acabe el andar vertebrado, / esa postura erguida, sin usar las antenas, / ojalá
pase algo que los borre de veras, / que los mate la OSE con el agua podrida, / que se traguen
mil litros de vino con sandía, / que en los supermercados vendan solo Freskita, / que se suba
Bin Laden al avión de Puritas, / que se pongan de acuerdo todos los chinos juntos, / salten al
mismo tiempo y hagan pelota el mundo, / que les llegue un container de yoyós venenosos, /
que el Cosita y el Sapo se les pongan mimosos, / o que Bush medio en pedo apriete el botón
rojo.

La condición uruguaya de estos insectos hará que la extinción llegue con retraso a estos pagos, lo que despertó una negociación entre ellas acerca de si suicidarse (a causa del hartazgo de la espera) o profundizar la crítica esbozada minutos antes; opción que, finalmente, disparó la acción.

«Las cucarachas esperando el fin del mundo»

Además de explorar el comportamiento violento de los seres humanos, las referencias remitían directamente a la guerra de Irak y sus protagonistas: Saddam Hussein, «un señor malo y llenito de petróleo», George Bush, «el dueño del mundo» que va «pa allá en busca de todas las armas de destrucción masiva, pero al final encuentra petróleo»; los chiítas, los sunitas, los marines, los
ingleses, la CIA, los talibanes, la ONU, y «algún soldado uruguayo que arriesgue su vida por unos mangos».
La murga aprovechaba la ocasión para insertarse en los temas de política internacional.
El cuplé «Las cucarachas esperando el fin del mundo» satirizó a todos los personajes mencionados, haciendo hincapié en el rol jugado por cada uno de ellos sin importar demasiado quién es el bueno o el malo de la película, ya que la conducta violenta es inherente al ser humano, no a su nombre o su bandera.
De cualquier forma, ni Bush ni la CIA salían bien parados ente los ojos de los insectos. En el bando de los poderosos el soldado estadounidense parecía estar en una categoría diferente que sus superiores.

Hacen así, rebeldes iraquíes, hacen así, y así le gusta a Bush. / Hacen así, ingleses y
marines, hacen así, y no le importa a Bush. / Soldados yanquis, estiran la pata, sobre Bagdad
y sobre Kabul, / porque total, son negros y sudacas, / y a quién carajo le importa su salud.
Más allá de tomar partido por tal o cual personaje, el concepto ser humano dejaba de
corresponderse con la nacionalidad uruguaya a través de su identidad, sus costumbres, sus
penurias, sus valores, para pasar a comprenderse desde una perspectiva global, tal cual imponían
los nuevos tiempos.

En ese nuevo territorio/escena universal, los temas de la murga pueden tener que ver con nuestra realidad cotidiana.
El ejemplo más claro de esa nueva concepción de relacionar temas a partir de ideas globales era el siguiente cuplé, «La celulosa», que partió de un tema de interés planetario, como el cuidado del medioambiente, se trasladó a nuestra realidad con los sucesos de la instalación de Botnia. A partir de allí se deslizó hacia lo individual cuando la sátira se dispuso a observar las ambigüedades de un gaucho a quien los temas referidos le afectaban el bolsillo.

«La celulosa»
El planteo del cuplé identificó los temas que trataba la opinión pública en ese entonces, en que se enfrentaban dos ideologías opuestas.
La que establece que el desarrollo del país, la sociedad y el individuo se fundamentan sólo en el crecimiento de la economía, la inversión y el trabajo; opuesta a la que sostiene que el crecimiento de la sociedad se basa en todo lo anterior y, además, implica el cuidado del medioambiente.

Desde Finlandia / con gran propaganda / llegan las plantas / de un jugo especial. Y al
mismo tiempo / que aumenta el trabajo, / esto nos trajo un quilombo ambiental. Con perdón /
del espíritu de Jack Custó / y la yegua de Briggitte Bardó, / ¡que viva la inversión! ¡Que placer
/ ir al río a mojarse los pies / y sentirse por primera vez / un gaucho finlandés!

Como señalamos, el primer descentramiento era de lo global a lo local, por lo que del tema ecológico la murga pasó al abordaje político y social del asunto Botnia. Obviamente, las miradas a favor o en contra de la ecología, o del interés económico, se correspondían con cada uno de los países involucrados.
Los uruguayos tomaban la posta para marcar que los argumentos argentinos a favor de la
ecología no eran tales cuando los finlandeses decidieron invertir en la región.

Ahijuna por el repecho / vienen llegando los finlandeses, / se iban para Entre Ríos / pero
eligieron cruzar el puente, / y ahí fue que los porteños / se preocuparon del medioambiente, /
y así comenzó el berrinche / con la rabieta de su intendente.

Vale la pena señalar que al momento de la aparición del cuplé las medidas de los ambientalistas de Gualeguaychú aún no se habían endurecido, las relaciones diplomáticas uruguayo-argentinas gozaban de buena salud y la opinión pública de nuestro país no tenía una idea tan favorable de la empresa como luego de que se instalara el piquete de Arroyo Verde.
La respuesta argentina no se hizo esperar:

Si tocan la celulosa / van llenarse de sabañones, / se van a quedar pelados, / van a
volverse mariposones. / No ven que es un plan macabro / para transformarlos en lobizones, /
un plan de los finlandeses, / Tabaré Vázquez y los masones.

Los uruguayos estaban dispuestos a jugar todas las baterías en función de la llegada de la industria, sin importar los eventuales daños.

Ahijuna por el repecho / vienen llegando los finlandeses, / que traigan la celulosa / y que
revienten todos los peces.

Entre los compatriotas, solamente dos voces aisladas entraban a la escena contradiciendo las opiniones generalizadas. Intentaban alertar sobre las supuestas consecuencias negativas y el daño al medioambiente.
Tal discusión, planteada en el siguiente contrapunto humorístico, parodiaba los argumentos propuestos por el poder político y los medios de comunicación, en los que a pesar de los encendidos alegatos a favor o en contra, el tema de fondo parecía no estar claro para la ciudadanía.

Opositores —Pare, primo la canoa, / que me parece que veo un pececito que solloza.
¿Será por la celulosa que no para de llorar?
Defensor —¿Cómo se hace para ver que hay un pez llorando ahí? ¿Dónde empieza el
llanto y termina el río, como distingue usté? ¡Si debajo del agua los peces lloran, quién
diablos va a saber!

Hasta que llegaba a la sátira del Gaucho (Cotelo), representación del habitante del interior del país que vive esa realidad en carne propia. Llegaba para plantear el quiebre más trascendente del cuplé, cuando el individuo traicionaba sus creencias e ideología cediendo espacio a los intereses materiales.
Como consecuencia, aquí se producía el segundo descentramiento argumental: de lo político y social se pasaba a lo individual.
En un primer momento, el personaje maldecía a la empresa extranjera.

¡Ahijuna los finlandeses, juera sotreta! / ¡Luz mala Botnia mandinga! / ¡Amalaya gringos
maulas, vayan pa sus pagos a picanear los pescaos!

Hasta que alguien le advertía que se trata de un negocio.

Callesé, no sea vejiga, / los finlandeses son buenos socios, / no joda más con la ecología,
/ se va perder terrible negocio.

De forma que el personaje, cegado por la tentación, negaba su discurso reciente y pasaba a
hacer un alegato a favor de sus nuevos intereses, a pesar de que el pescado que traía como
mascota, «El Finlandio», estaba visiblemente muerto (sólo tiene cabeza, espinas y cola).

La celulosa no mata al pueblo, / y a los pescaos les encanta, / los bichos se desestresan. /
Mirá cómo hacen la plancha, / quietitos y panza arriba, / mirá qué lindo descansan.
El cambio de postura era tan alevoso que ahora el Gaucho no solo defendía a la industria, sino
que intentaba disimular el eventual daño ambiental entablando un diálogo con el animal muerto.

El monólogo hacía referencias positivas a las mutaciones del ecosistema y la biología, con fundamentos rústicos y desopilantes.
Hasta que finalmente la planta quedaba imaginariamente instalada (producto de la transacción de ideales a cambio de dinero) y las consecuencias en el medioambiente y en los individuos se expresaban de forma amarga, pero con exuberante tono hilarante.
El mensaje del cuplé, una breve sátira donde el coro imaginaba cómo serían la ciudad y la zona en unos años, utilizaba un tono pesimista, que a la vez era la postura de la murga en defensa de la ecología y en contra de las derivaciones de la instalación de Botnia.
Las ocurrencias del texto disimulaban esa mirada preocupada, cerrando el cuplé con altos decibeles humorísticos. La canción comenzaba aludiendo a la fisonomía de la ciudad en un futuro no muy lejano.

Rumbeando para Fray Bentos / de alpargatas y escafandra, / qué lindo es volver al pago /
y encontrarse con la planta / pa sentir olor a humo / que las chimeneas largan, / pa hacerle
fiesta a los perros / con pescuezo de jirafa.
Y finalizaba imaginando en qué se convertirían todos los seres vivos del lugar.
Y esos viejitos divinos, / bien cargaditos de escamas, / con tentáculos y branquias, /
amargueando de mañana […] / Qué lindo es volver al pago / pa ver las vacas que pastan /
como la vaca de Milka, / violeta con manchas blancas, / y jinetes con caballos / visibles para
los coches, / porque tienen pelo verde / que brilla cuando es de noche, / y ovejas
modernizadas / conscientes de lo que es bueno, / que en vez de crecerles lana / les crece
polietileno.

La vuelta a la escena política internacional tuvo ahora como protagonista al presidente venezolano, Hugo Chávez (Martín Cardozo), líder que «subleva a toda América», según entiende satíricamente la murga.
El pasaje criticó otra vez la forma en que el individuo prioriza sus intereses inmediatos (su bolsillo o sus necesidades lúdicas) por encima de sus ideales. Estos iban modificándose según el estado de ánimo y las circunstancias por las que atravesaba el cuplé, por lo que de esa ambigüedad se disparaba un sinfín de situaciones humorísticas.
Sentado en una silla de ruedas, con el coro que representaba al resto de los adherentes, el militante convocaba a sus pares a seguir la transmisión de una conferencia de prensa de «Chávez» (que efectivamente tuvo lugar en el pueblo canario de Bolívar, en el interior uruguayo).

A ver, silencio, compañeros, miren esto, / viene Hugo Chávez en persona al Uruguay, / y
me parece que lo pasan en directo, / la conferencia debe estar por empezar.

No eran las cualidades de estadista las que seducían a la platea del líder bolivariano, sino sus atributos físicos. De esta manera, el texto ironizaba que el discurso del personaje no tiene grandes fundamentos teóricos, o bien que sus adherentes tampoco estaban interesados en procesar las ideas de un pensador de fuste.
Qué voz que tiene, cómo entona, cómo canta. No puedo creerlo, esto me llega al corazón.
El tono provocador del mandatario para con sus opositores era recogido por sus partidarios que acusaban de contrarrevolucionarios a quienes no gustaban de su canto y sus palabras.

Murguista —Discúlpenme, no sé si estoy viendo lo mismo, / pero pa mí desafinó como un
campeón.
Militante —No seas tarado, eso es bien cosa del fascismo, / tas trabajando contra la
revolución.

Tras las disputas, el personaje finalmente aparecía en escena. Lo hacía caracterizado con enorme precisión por el intérprete, quien además de imitar su postura y su voz, portaba una máscara en la que se retrataban perfectamente sus facciones.
Una vez que comenzaba su oratoria, esta se extendía interminablemente pasando por todos los temas habidos y por haber, construyendo así la base de la parodia acerca del personaje.
Mientras «Chávez» hablaba, el militante iba tomando nota de la extensísima duración, su ímpetu inicial se transformaba en aburrimiento: tomó un café, se durmió un rato, se dio una ducha «pa despabilarse», miró tres partidos de fútbol, armó un rompecabezas «de diez mil quinientas piezas», «aprendió a hablar coreano» y descifró el genoma humano, mientras el líder seguía imperturbable en el estrado.
Cuando la impaciencia llegó a su punto máximo, el militante, exasperado, mandó a «la conciencia de tu hermana / [a] la actitud bolivariana», y, repentinamente, todos sus ex adherentes se convirtieron en detractores por la simple incomodidad de la extensión del relato, en lugar de hacerlo por sus postulados, como indica la lógica.

Militantes —Ya me tiene repodrido, / que viva Estados Unidos, / que viva el ALCA y el
capitalismo.
Chávez —Con Bolívar y el Che… (continuaba hablando en off).
Militantes —¡Que se deje de joder!

Sus ex partidarios opinaban en contra de Marx y Fidel Castro, figuras evocadas por el líder, hasta que en un momento del interminable discurso llegó la oferta conveniente que callaría las protestas:

Chávez —Mi petróleo les doy.
Murga (luego de una breve reflexión) —¡Qué bien que estuvo Chávez! […] ¡Viva el varilla
González / viva Grecia Colmenares!

De esta forma, la crítica recaía sobre las conductas de quienes se daban vuelta en el aire, aludiendo a la forma de ser de muchos uruguayos. En un punto lejano también rozaba a los seguidores del presidente venezolano, aunque pareciera más una conclusión de conclusiones que un juicio intencionado de la murga.
Finalmente, un toque cómico daría un nuevo giro para cerrar el cuplé: tras el anuncio de Chávez de traer a colación una nueva anecdótica, la murga huyó en estampida…