El año 1989 no pasó desapercibido para la categoría de murgas. Eran tiempos de transición en el lenguaje y los contenidos, cuyas derivaciones podrían apreciarse con claridad en el correr de la siguiente década. Calle Febrero propone un análisis de aquel cuplé actuado por Pablo «Pinocho» Routin, interpretando el alcance de una obra magistral, cuyo significado perdura hasta nuestros días.
Por Guzmán Ramos y Alejandro Scherzer
Foto: Jimena del Río Ocampo
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En 1989 Falta y Resto propuso una de las obras más logradas de su historia, «Pepe Revolución» (actuado por Pablo Routin), cuplé que terminó de dar forma a la propuesta de cambio ideológico gestado en los espectáculos anteriores.
Ese año la tensión política era doble: en abril se refrendaría la ley de Caducidad y a fines de noviembre se realizarían las elecciones nacionales y departamentales.
En ambos casos, el panorama era incierto. Existía un relativo optimismo con respecto a la derogación de la ley (que finalmente no prosperó) y era muy factible el triunfo del Frente Amplio en Montevideo, hecho que sí sucedió. Asimismo, durante el transcurso del Carnaval se procesaban las discusiones que finalizarían con la ida de Hugo Batalla y su grupo del Frente Amplio.
Además, como lo consignaba Falta y Resto en el cuplé «El poder» (1988), la militancia comenzaba a presentar los primeros síntomas de desencanto y erosión.
«Cooperativas sin gente, en el salón comunal. / Sindicatos con diez listas, / las pegatinas ya no tienen personal», escribía Raúl Castro en el mencionado cuplé.
El factor Falta y Resto
La gran habilidad, pues, puede definirse como la capacidad de tratar y resignificar el concepto clásico de revolución en momentos en que aún calaba hondo y generaba desconcierto en un amplio sector de la población, por varios factores.
La lucha armada de los años sesenta y setenta había fracasado, la división era moneda corriente, las disputas por el poder encandilaban en varios ámbitos, y los ideales del Mayo francés tambaleaban al unísono con la revolución socialista, entre otras circunstancias.
«Pepe Revolución» apareció entonces como un producto determinado por la historia misma de Falta y Resto, por sus necesidades expresivas, por el devenir de los acontecimientos sociales, políticos, ante la necesidad de explicitar y explicar las características y el alcance del cambio ideológico que la murga venía promoviendo insistentemente.
En ese contexto, tras un primer pasaje que satirizaba la realidad política en el cuplé «El circo electoral», irrumpió en escena «Pepe», nombre de vastísima significación en el imaginario uruguayo, de dimensión heroica por Artigas y sociopolítica por Batlle.
Su ingreso al espectáculo fue modesto: llegó pidiendo permiso y no fue reconocido por la murga, que salió a su cruce intentando apurar su retirada.
Pepe (P) —Perdónenme que haya interrumpido, / en realidad ya no aguantaba más, / después que tantos me invocaron hace tiempo / y ahora ya nadie me quiere recordar.
Murga (M) —Usted sabrá disculpar nuestra ignorancia, / a la verdad nadie conoce aquí quién es. / Si no se enoja, diga rápido su nombre, / después salude y buenas noches, váyase.
P —No me extraña que me echen sin darme oportunidad, / últimamente la gente no me quiere ni mirar. / Mi nombre no sé si es nombre o es solo una condición. / Buenas noches y hasta siempre, / soy Pepe Revolución.
A partir de esta respuesta, y de la inmediata conexión entre la murga y el personaje, comenzó el avance del texto sobre la ideología. Las cuartetas iniciales demostraban el corrimiento del discurso hacia los valores que para la murga ahora son objeto revolucionable.
En el primer diálogo ya quedaba descentrado el tema. En esta revolución no habrá fusiles cargados, ni acciones con bombas ni cuchillos, ni toma de los medios de producción. Además, el carácter humano de la revolución alude a su condición singular, o sea, a una revolución de cada uno, llevada a cabo mediante el cambio de la forma de pensar.
M —Creímos que usted era rusa o podía ser española…
P —Anduve por todas partes pues la tierra es una sola / Me conocen por francesa, por artiguista o cubana. / Soy de todos y de nadie, soy únicamente humana.
Acto seguido, el personaje daba cuenta del descentramiento señalado, proponiendo una sucesión de imágenes contrarias a las formas de cómo el espectador imagina la revolución: en lugar de mostrar un personaje agitado, belicoso o prepotente, esta revolución se propone flaca, pacífica, frágil, aunque lúcida, porque sin esa claridad de ideas sería imposible promover una revolución del intelecto.
M —Para empezar les diré que yo me la imaginaba / con pinta más agresiva y no con cara de naba.
P —Hay muchos que se imaginan que ando cargando misiles, / cuchillos, bombas, granadas, morteros y mil fusiles. / Yo solo traigo una flor, la pilcha y esta galera / por la ilusión por el frío y pa cuidar la sesera. / Y será porque ando sola que piensan que soy pasmada, / pero sucede que a mí no me llevan de pesada.
La violencia, ícono de cualquier revolución, no estaba presentada en su dimensión explosiva. Por el contrario, era referida según su aspecto social.
M —¿Qué opinas de la violencia?, un asunto discutido…
P —Violencia son los gurises, enfermos y desnutridos. / Marginar al diferente, esa es la peor violencia. / Y crear armas nucleares valiéndose de la ciencia.
Segundos después, aparecían juicios y valores generalmente poco explorados por los repertorios del Carnaval de ese entonces, como críticas a la cultura global que comenzaba a expandirse al influjo de la tecnología.
Los alegatos del personaje defendían también la ecología y el cuidado del planeta, temas con los que «Pepe» bien podría reaparecer en estos tiempos con un mensaje fortísimo y revolucionario.
Violencia es matar la vida de los hombres y del mar / en nombre de un tal confort que nadie quiere alcanzar. Violencia es el cantegril, / violencia es la corrupción, / los salarios miserables y la desocupación.
Hasta que el discurso saltó al campo de las ideas y el pensamiento, tal vez como consecuencia de la enorme influencia que tuvo la no prosperidad de los ideales del Mayo rrancés en la sensibilidad de Raúl Castro.
M —Yo quisiera preguntarte por esos señores doctos / que hablaban tanto de vos, allá en el 68…
P —Aún recuerdo a muchos de ellos, algunos tiraban piedras, / escribían las paredes y hablaban de la violencia. / Hoy son doctores en leyes, se casaron con Fulana, / y Si ven un bichicome hasta lo mandan en cana. Pobres mozos, la quedaron, ya se olvidaron de mí / por una casa un autito y un puesto en la CBI (Corriente Batllista Independiente)
Pese al desencanto, aquellos ideales parecieran no estar del todo doblegados. Tal vez se encuentren presentes y cautivos en las acciones simples como el compartir, en la generosidad o en el compañerismo.
P —Pero aún quedan amigos que aún se juegan la ropa, / en su casa nunca falta para mí un plato de sopa.
Inmediatamente después, la Revolución pasó a opinar acerca de varios temas aparentemente generales como el gusto por la música, por la poesía, a hacer referencias a la vida cotidiana, sensibilidades y hechos que entendidos según la nueva forma de pensar que proponía el personaje tomaban distancia de las valoraciones y concepciones predominantes en esos años.
El resultado de esta resignificación de valores producto del cambio de mentalidad, de este cambio ideológico, será la mejor definición del campo metafórico del Carnaval que nacerá tras esta ruptura. Habrá una nueva forma de pensar y entender la poesía, la música, la sexualidad, la vida cotidiana y el cuerpo, entre otros temas de referencia, que a su vez generarán engranajes para el nacimiento de otros temas, y así sucesivamente.
M —Háblame sobre la música, quisiera saber ahora / ¿cuál es revolucionaria y cuál es conservadora?
P —No son necesarios cables ni mil sintetizadores. / Revolución es Gardel, los Beatles y los tambores, / revolución es el rock cuando te pega en la panza, / es Alfredo Zitarrosa cantándole a la esperanza. Yo soy la música misma, la búsqueda, la revuelta, / lo imposible, lo vibrante, la ternura que anda suelta. / La música está en las cosas, es caos, sopa de arroz, / pan con grasa, gol en orsay, butifarra y un pilot.
M —Habla sobre la poesía, decí cuál es la mejor…
«Para qué les voy a hablar, miren a su alrededor», señalaba antes de advertirle a la murga sobre los dobles discursos de algunos poetas.
La murga, que se dio por aludida a propósito de los dobles discursos, intentó contrarrestar la ofensiva reivindicando su posición histórica, señalan que ellos han sido quienes «permanentemente se han jugado la ropa».
Entonces «Pepe», que tampoco se quedaba atrás en el debate, recogió la respuesta al pie de la letra y retó a la murga «a jugársela por entero», quitándosela, hecho que el coro realizó tras un breve intercambio de opiniones.
La desnudez de Falta y Resto, expresada con el ingreso a la escena de los murguistas en calzoncillo y camiseta, remitía al estado del ser humano en su etapa más primitiva: el nacimiento. Por lo tanto, la vuelta a ese instante pareciera ser la metáfora que dará paso al alumbramiento de la tan anunciada nueva sensibilidad.
El concepto de sexualidad, que la murga ya había desligado del humor de brocha gorda y la grosería hacía rato, pasará a comprenderse ahora desde los valores más profundos del ser humano, y así, por ejemplo, significar afecto y erotismo.
Como consecuencia, el pasaje en que los murguistas narraban a «Pepe» sus peripecias sexuales estaba despojado de procacidad, por más que el relato contenía un indiscutido, torpe y deliberado tono machista.
A propósito, la temática de género en Falta y Resto casi siempre omite a la mujer. No obstante, existen algunas reivindicaciones de género, como cuando se refieren a la madre militante (retirada «A las madres», de este año, pasaje comentado en el capítulo anterior).
Aun así, la condición femenina (mujer y madre) estaba subordinada a la temática central del repertorio: ideología y política.
La dramatización de la revolución
Promediando el relato de Falta y Resto, ningún espectador podría suponer que el cuplé se cerraría solamente filosofando. Las revoluciones enunciadas en el plano de la sensibilidad comenzarán a plasmarse sobre la escena.
Entonces, para desatar los sucesos finales, el personaje se retrotrajo a su estado de ánimo inicial.
Ahora me gustaría preguntarle a quien responda / por qué me traspapelaron, por qué no me dan mas bola. / ¿Quién escondió mis banderas? / ¿Quién tiene miedo a mi nombre? / ¿Dónde está la heroica herencia de mis hermanos de entonces?
Mientras la Revolución decía sentirse olvidada y abandonada, la murga actuaba con desconcierto y miedo, puesto que hablar abiertamente de la revolución convencional a cuatro años de la salida de la dictadura parecía seguir inquietando a muchos.
Asimismo, la murga no captaba ni participaba de la revolución que planteaba el personaje, tal vez como reflejo de la confusión del concepto por aquellos años. ¿Qué significa? ¿Por qué aparece en ese momento? ¿Qué hacer con ella? ¿Vale la pena intentarlo?
Para «Pepe», en cambio, sus significados permanecían vigentes.
M —Pero tenés que entender, Pepe, sos asunto peligroso. / La situación no es la misma, porque ha cambiado la cosa.
P —Cambiado, cambiado, dicen, seguramente ha cambiado, / cada vez hay más gurises pidiendo por todos lados. / Pal que reparte la torta, el pedazo crece más / y para el que la fabrica ni las migas quedan ya.
La diferencia de enfoques exaspera al personaje central de tal forma que «Pepe» entiende impostergable intervenir. Sus palabras se proponen ayudar a pensar a la murga para sacarla del letargo y derribar los miedos que la rodean.
De esta forma comienza la escenificación de la acción ideologizante. Así como las revoluciones convencionales nunca están divorciadas de los procesos históricos, esta revolución, concebida dentro del espacio y el tiempo de Carnaval, difícilmente pudiera estar ajena al símbolo mayor de la sonoridad de la murga: la marcha camión.
P —¡Háganme marcha camión!
M —Pero eso es muy antiguo…
P —Pero eso es revolución, si es lo que marcó el camino.
Además, la música de marcha camión, sonido propio del género murguero, es la forma que «Pepe» encuentra para hablarle al coro en un código que comprenda.
Como consecuencia, esta música estimula, promueve e involucra la participación de la murga en la revolución, por lo que ahora todo es movimiento encima del tablado. En la platea, la hinchada, por su parte, agitaba sus banderas celebrando la etapa inicial de la revolución del pensamiento.
La implicación y participación del actor y el espectador en este proceso son propuestas sobre la base de una relación de igualdad, sin dominante ni dominado, ni arriba ni abajo, ni mejor ni peor. Asimismo, «Pepe» apela a la voluntad del individuo para sumarse a esta etapa de cambios.
P —Entre la gente hay mejores cantores que en el tablado, / solo es cuestión de animarse, dejar prejuicios de lado.
La revolución incluye al cuerpo a través del movimiento, el baile, el juego, la algarabía, la danza, y, fundamentalmente, no tiene dogmas, recetas o estructuras preestablecidas.
P —Al que le guste bailar, que baile sin prohibiciones, / w si no quiere bailar, no existen obligaciones. Explotar, saltar pensar, que la vida no te para. / Romper, armar, construir, jugar, pintarse la cara.
Se metaforiza la nueva construcción en una montaña de actores. Como este cambio sensible no solamente está pensado para el mes de febrero, el personaje cruza la frontera del tablado explicando cómo será la división de roles en la sociedad a partir de la nueva mentalidad.
La anatomía fundamentará a la justicia social, de forma que los más robustos cooperarán con los más débiles, sosteniéndolos.
Arriba fuerza, canejo, abajo los más grandotes, sosteniendo y levantando la montaña de los hombres.
Sin embargo, por ser humana, la montaña es frágil e imperfecta, por lo que su desplome y reconstrucción representa el proceso natural que atraviesa cualquier proceso de cambio.
Será un camino no rectilíneo, necesitado de rupturas, fracasos, aprendizajes e idas y venidas.
Cuando «Pepe» apela a reconstruir la montaña tras el derrumbamiento, se produce el gran impacto. Los murguistas ahora asumen que pueden formar parte de este proceso, y, aunque lleguen tarde, el carácter permanente de la revolución hará que siempre haya una esperándolos.
De esta forma, la posibilidad del cambio ideológico es permanente y continua, no se circunscribe específicamente a este momento de la historia del país, de la sociedad o del Carnaval.
Se hicieron bolsa, qué importa, la historia corre a favor. / Vamos a empezar de nuevo, arranquen con más valor.
La nueva sensibilidad queda edificada inmensa, con los murguistas unos encima de otros, merced a la perseverancia y el esfuerzo de todos. Está apoyada en la alegría, porque cualquier proceso de cambio necesita alegría como combustible para subsistir.
Para representar esta emoción los murguistas bajan a la platea y cantan junto al público, hasta que las aguas vuelven a encauzarse sobre la escena.
M —Pepe, vamos a vestirnos, ponernos nuestros disfraces.
P —Adelante, vístanse, pónganse otra vez los trajes, / pero no para engañar, deslumbrar ni tapar nada, / disfrácense para darle alegría a la barriada.
Acto seguido, una simplificación interpretativa («prenderle fuego a la muerte, eso es la revolución») sentencia el concepto con el que tanto se explayó el personaje. A nuestro juicio debió ser interpretado: «prenderle fuego a la muerte (punto y aparte). Eso es la revolución.».
El clima generado marca la pauta de «la revuelta», ese mar de fondo, sensación de aguas embravecidas, turbulencia, discusión, enamoramiento, pasión, conflicto, problemas y decepciones tan característicos de los procesos de cambio.
P —¡Para ganarle a la vida, payasos de corazón, / prenderle fuego a la muerte, eso es la revolución!
M —Pepino bailando está aquí, Cachela dio el tono de vuelta, / el Pepe de todos los Pepes ha vuelto a gestar la revuelta.
Asimismo, un proceso revolucionario no siempre es una etapa que se vive con felicidad, porque para cambiar habrá que optar, buscar y remover heridas cerradas o que estén a punto de hacerlo, algunas de las cuales pueden volver a sangrar. La metáfora la expresa el estribillo del coro, que incita a «rascar la cáscara».
Será una revolución que no tiene certezas (salvo una) ni esquemas rígidos a priori y habrá que dejar la vida en su gestación.
M —¿Cómo se llega hasta vos?
P —Dudando, siempre dudando. / Preguntando y discutiendo. / Laburando y laburando.
Por ser una utopía, se encuentra en un lugar inexistente (el lugar donde el infinito se junta con los recuerdos), pero pese a su inexistencia es un espacio alcanzable con la imaginación y la mente, la misma imaginación que permite concebir todo este proceso. La abstracción infinita insiste nuevamente sobre una convicción de la murga en la producción de una revolución: la conexión entre la historia, la utopía y la ucronía. Entre el pasado y el futuro se va armando el presente.
M —Dejanos tu dirección.
P —Mi dirección adelante, / allí donde el horizonte se junta con los recuerdos. / Donde termina el invierno, donde empieza el infinito. / Allá vivo yo, te invito, te espero en cualquier momento.
Aunque sea una fantasía, las revoluciones siempre se conciben para la vida, espacio donde la muerte, el bajón y la desesperanza no tienen andamiento. Ser pensada para la vida pareciera ser la única certeza de la/s revolución/es.
M —Hablanos sobre la vida.
PR —Somos amantes de siempre, / desafiamos a la vida, hacemos grandes trucadas.
Finalmente, llega el turno para que la murga dé cuenta de su implicación ante las transformaciones. El pasaje lo proponen satirizando a quienes alardean con haber participado en revoluciones pero nunca pasaron al campo de la acción (ya sean grandes o pequeñas) o burlándose de los discursos grandilocuentes de quienes, una vez que apagan el micrófono, borran con el codo lo que escribieron con la mano.
Por eso, la murga se involucra irónicamente, apenas embarullando el asunto, como en un partido de truco…
A veces nos da mancada y nos gana algún envido. / Pero yo soy atrevido, la embarullo con un gesto, / le encajo la Falta y Resto, y se terminó el partido.
Escuche el cuplé «Pepe Revolución» de Falta y Resto 1989. Versión interpretada por Julio Sánchez.