Era hermano del reconocido director y arreglador Jorge «Cocinita» Márquez. Juan José estaba radicado en Argentina desde 1973. Fue libretista y cupletero con gran destaque durante los años sesenta y setenta. Protagonizó una de las mayores rivalidades con La Soberana, a la que derrotó en 1971, en una apasionante definición.
Por Guzmán Ramos y Fabián Cardozo
Juan José «Cocina» Márquez, uno de los máximos referentes de Los Patos Cabreros falleció recientemente en Argentina, informaron sus familiares a Calle Febrero.
Tenía 84 años.
El artista fue actor, animador, letrista y cupletero de la murga de Pepino, durante su apogeo de los años sesenta y setenta.
Debutó en el año 1951 en Curtidores de Hongos junto a su padre, también de gran trayectoria en las troupes de Salvador Granata.
Estuvo también en La Gran Muñeca, aunque su popularidad comenzó a crecer en La Milonga Nacional.
Es considerado como la segunda figura de mayor relevancia de Los Patos Cabreros, detrás de su director hisórico, José «Pepino» Ministeri.
En esa murga, junto a Bizancio, interpretó el cuplé de «Las Enfermedades», en 1963.
Asímismo, es uno de los murguistas más recordados de la historia de la principal categoría del carnaval.
Estaba radicado en Argentina desde 1973.
Tras ser una figura de enorme relevancia en los años sesenta y setenta, Márquez dejó de participar en carnaval inesperadamente, como consecuencia de la politización de aquellos años y la extrema rivalidad con algunas murgas de izquierda, como La Soberana.
El artista protagonizó una rivalidad histórica con La Soberana de José «Pepe Veneno», a la que derrotó en 1971 (el año del cuplé de La Computadora).
Un año antes, Pepe Veneno había obtenido el primer premio, con textos eminentemente politizados.
Aquí Guzmán Ramos y Fabián Cardozo recuerdan una anécdota de aquellos años, narrada por Douglas Alanís.
Corresponde al año 1972.
Las rivalidades entre grupos fueron una picardía generada y promovida por los dueños de tablados -como Dalton Rosas Riolfo, que era un maestro para tejerlas- con el objetivo de atraer al público y vender entradas.
Por lo general se basaban en disputas que no tenían una razón puntual: eran manijas entre la gente del barrio, que tanto bromeaban por Peñarol o Nacional como por Negros Melódicos y Fígaros Armónicos o por Los Gaby´s y Los Klaper´s (*).
Pero la pica más importante fue la que protagonizaron La Soberana y Patos Cabreros, a finales de los sesenta y principios del setenta.
Y esta sí que tenía una razón de peso: la política.
La Soberana nació como una murga muy comprometida con las causas y las luchas populares, mientras que Patos Cabreros tenía libretos afines al gobierno de esos años (Jorge Pacheco Areco, 1967-1972).
Además, ambas tenían dos figuras muy reconocidas: La Soberana al loco “Pepe Veneno” (José Milton Alanís) y Los Patos a (Juan José) “Cocina” Márquez (**), que en esa época era un tipo verdaderamente popular, de modo que era bastante usual que los tablados las programaran el mismo día y, -de ser posible, una atrás de la otra.
Una noche, Patos Cabreros actuaba en el Jardín de la Mutual, en 8 de Octubre y Luis Alberto de Herrera.
Promediando el cuplé llegó La Soberana, cuyos murguistas se arrimaron al costado del tablado, porque el público, mal que bien, iba a prestarles atención y sacar los ojos del escenario.
Pero como a Pepe Veneno le gustaba jugar un poco más allá, le dijo a sus murguistas que cuando la otra murga bajara del escenario, ellos se pusieran de espalda, en una actitud un poco desafiante que, se pensaba, iba a caldear un poco los ánimos y hasta podía generar algún problema.
Los murguistas de La Soberana cumplieron el pedido al pie de la letra, aunuqe la cosa no pasó a mayores, salvo algún silbido o grito de la gente, que estaba bastante empapada de la cosa y no le costaba nada tomar partido por una u otra.
Sin embargo, esa misma noche, a las pocas horas, se volvieron a encontrar en en el tablado Carrousel de Carnaval, que estaba en Agraciada y Lucas Obes, al lado del monumento a La Diligencia, solo que ahora la que estaba actuando era La Soberana.
Como Pepe se vio venir la revancha, le pidió a los murguistas que empezaran a cantar con más volumen, como tomando coraje por si la cosa se iba de las manos…
Y pasó lo inesperado: los murguistas de Los Patos, que estaban vestidos de mosqueteros, en vez de devolverles “el piñazo”, se arrimaron a la escalerita y ofrendaron a La Soberana una guardia de honor, haciendo un túnel con las espadas apuntando al cielo, para que sus rivales pasaran por abajo.
Pepe, que tenía toda la picardía de la calle, se fue calladito al camión rezongando porque Cocina lo había doblegado con viveza.
En el camión no volaba una mosca… Y cuando empezó a andar, únicamente se lo escuchaba decir en voz baja: “Puta, que bien que la metieron”.