«Pepino Rey de la farsa / tu batuta y tu prestancia / de la fiesta son imán. Maestro, hoy tu recuerdo / junto a tus Patos Cabreros, Simboliza el Carnaval».
Por Guzmán Ramos y Fabio da Silva
José Ministeri, «Pepino» (1902-1966), fue uno de los más grandes directores del género murguero.
A 50 años de su muerte podrá discutirse si fue más director escénico o director real de murgas, pero nadie podrá cuestionar su ángel para pararse al frente del coro, ni las enormes ovaciones que año tras año recibía ni bien se asomaba por la principal avenida, las noches del Desfile Inaugural del Carnaval.
Cuentan los que vivieron esas épocas que, cuando Pepino asomaba por 18 de julio, con su cuerpo espigado, su cintura de mimbre y su estilo único para moverse al ritmo de la bateria, era tal el entusiasmo que se generaba por su presencia, que las ovaciones hacían temblar los edificios.
Una de sus tradiciones suponía un ritual sagrado: frenar la murga frente a la Iglesia del Cordón y depositar allí una ofrenda floral, un acto esperado año tras año por todo el pueblo carnavalero.
Pepino es un símbolo de Los Patos Cabreros pero, contrariamente a lo que muchos piensan, no participó de la fundación de esa murga. Se unió a ella en 1917 para ser protagonista de los grandes cambios que con el tiempo fueron llegando a la principal categoría.
Decía Pepino, evaluando las grandes transformaciones: «En aquellos años nadie le prestaba atención a las murga. Lo mas importante del Carnaval eran las grandes comparsas, que a veces llenaban tres cuadras desfilando. A los murguistas, que no llegábamos a diez, ni nos miraban. Entonces, buscamos la manera de dar mayor espectacularidad a la murga. Primero empezamos por abandonar los instrumentos de viento antiguos y los platillos -que eran vulgares tapas de cacerolas que producían un ruido poco agradable-, el bombo que era una barrica vieja de yerba y todo por el estilo. Me toco a mi introducir el redoblante, el bombo de verdad actual y los platillos auténticos. Y aquello fue otra cosa: el redoble y el suspenso de los platillos llamaba de inmediato la atención».
Pero además de ese cambio en la sonoridad, Pepino fue el encargado de un cambio fundamental en la indumentaria de los directores, ya que fue el primero en utilizar el frac.
«Se me ocurrió cambiar el traje rotoso y la peluca lanuda, por un verdadero y bien hecho frac y galera de felpa e introducir la mímica que caracteriza al director de una murga. Creo, sinceramente, que de ahí en adelante creció la murga y se fue convirtiendo en lo que es ahora, uno de los grandes motivos de atracción del Carnaval», recordaba el símbolo de Los Patos Cabreros.
Esa transformación, según cuentan quienes vivieron esa historia, tuvo un fuerte componente casual.
Es que Pepino vendía diarios en la esquina del Jockey Club y tenía contacto con personas de la alta sociedad que le regalaron esa prenda, más la galera.
Él, a falta de zapatos, lo completó con las famosas zapatillas blancas que pasaron a la historia.
A simple vista, el cartel de Asaltantes con Patente puede despertar en el lector una sensación de error y confusión.
Sin embargo, aunque muchos se han encargado de hacer creer que Pepino y Cachela -símbolo de Asaltantes- mantuvieron una eterna y profunda rivalidad, hay innumerables testimonios que cuentan que ambos eran grandes amigos.
En 1940, Pepino, Cachela y Pianito -el director de Araca la Cana-, salieron juntos en Asaltantes con Patente. En 1941 (foto) Pepino y Cachela repitieron en Asaltantes. En 1943 volvieron a repetir, pero en Los Patos Cabreros. Y un año más tarde, en 1944, estuvieron otra vez juntos, nuevamente en Asaltantes.
Pepino también dirigió al recordado Domingo Espert, «El loco Pamento», durante la década del 30, en Los Saltimbanquis.
Avanzamos una década para revelar este documento histórico: Pepino y su magia al frente de la murga en medio del Desfile por 18 de Julio.
Se trata de Los Patos Cabreros de 1953 que, con textos de Eduardo «Tornillo» Gamero, no solo lograron el primer premio entre las murgas, sino que además dejaron una retirada que quedara para el recuerdo que cantaron y cantarán varias generaciones.
Además, esas estrofas son un himno y una referencia inolvidable para todos los que alguna vez se pintaron la cara:….
«Buenas noches, auditorio / con satisfacción lograda / ya se marchan los Patitos / a alegrar otra
barriada»
Este documento sí que estaba bien guardado y tiene, al igual que el siguiente, un valor histórico incalculable. Se trata del Desfile de 1965, junto a Los Patos Cabreros.
Sin saberlo, Pepino hacía su última pasada por la principal avenida al frente de una murga.
El gran director cumplía 48 carnavales consecutivos. Su luz se apagaba, pero el mito estaba a punto de nacer en los términos en los que lo describía la introducción de su murga, con estas estrofas de dos décadas atrás.
«Pero que veo Dios mio / una galera y un frac contorneándose al compás / de un ritmo de batería. Si mis ojos no ven mal / y si no he perdido el tino, Es Pepino que ya viene / sus Patos a despertar. Subid divino maestro / y a tu pueblo saludad, y vosotros batid palmas / que es Pepino una vez mas».
Esta es la ultima foto tomada a Pepino, junto a su familia, cuando en 1966, estando internado a pocas cuadras padeciendo una mortal enfermedad, el gran director se levanta para asisitir al Desfile Inaugural, invitado especialmente al Palco Oficial.
Todos los conjuntos le rindieron homenaje, ofrendándole claveles blancos a su paso, ya que esa flor fue uno de su símbolos, adornando el ojal de su chaqueta durante toda su vida.
En una de esas pasadas, La Milonga Nacional, se para frente al palco y con una emotiva letra, escrita por Carlitos Modernell, dedicada estos versos «al más grande entre nosotros»:
«Pepino Rey de la farsa / tu batuta y tu prestancia / de la fiesta son imán. Maestro, hoy tu recuerdo / junto a tus Patos Cabreros, Simboliza el Carnaval».