El director de Nazarenos dijo que en la interna de su familia se debate la posibilidad de bajarse de los escenarios, pero el actual momento del grupo y el «empuje» de Mary, su esposa, no le permiten anticipar una decisión.
Por Cristian Panzardo y Guzmán Ramos
Miguel Villalba es una de las figuras emblemáticas y representativas del parodismo.
Pasó por la mayoría de grupos importantes e históricos de la categoría, donde fue construyendo una carrera plena de éxitos.
Fue fundador de Los Gaby´s, donde obtuvo las coronas de 1973, 1974, 1975, 1976, 1978, 1979, 1981, 1989, 1990, 1992 y 1993.
También ganó con Los Walker´s en 1986, pasó por Caras y Caretas en 1987 y 1988, fue fundador de Zíngaros en 1995 y comenzó a dirigir conjuntos en 1996, cuando puso en escena a Valentinos, junto a Gervario Pratis y Carlos Viana, hasta que a principios de siglo saltó a la cancha con Nazarenos, con los que obtuvo las coronas de 2002, 2005, 2013, 2017 y 2019.
A esa trayectoria se agrega un primer premio con la revista Uruguay Show, en 1991, más una participación en Momosapiens.
Tras esa extensa carrera, Miguel Villalba piensa en poner un punto final a su pasaje por la máxima fiesta de Momo, aunque esa decisión está en entredicho y, por ahora, lejos de ser confirmada, independientemente de que forma parte de las charlas familiares.
«Son 48 años casi ininterrumpidos (solo dos ausencias) y es necesario pensar en la familia, el hogar y la salud»; sostiene Miguel en una extensa entrevista con Calle Febrero, en un rincón de El Tejano, donde se encuentra ensayando su espectáculo 2020.
Miguel añade que necesita un descanso por todo lo que demanda poner el grupo en escena, en especial en el plano económico, pero advierte que para tomar dicha decisión existen, al menos, tres fuertes contrapesos: su esposa, Mary, que es el principal sostén del equipo, el momento actual del grupo, que viene de dos primeros premios en tres años y la satisfacción del público y componentes.
«Es difícil dejar tirada a esta gurisada», sostiene el artista, también ganador de la mención como Figura de Oro (2013), en relación al grupo de jóvenes que ocupa las segundas líneas del que da cuenta que se cita por su cuenta a ensayar más temprano a repasar las coreografías y los pasos de baile que luego integrarán los distintos cuadros y escenas de Nazarenos.
Sobre Mary, Miguel cuenta una anécdota muy particular, con la que describe su rol de puntal del grupo: «El año pasado, finalizado carnaval, le propuse hacer un viaje al exterior, para descansar de todo el ritmo de febrero. Que acá, que allá, que una playa en Brasil o más lejos, pero no: terminamos en el exterior, sí, pero comprando las telas para este año», declara el director de Nazarenos, describiendo el fanatismo de su esposa, quien rara vez toma el protagonismo o se convierte en la portavoz del equipo.
Pero en la mesa familiar también hay voces que opinan lo contrario. Leonardo, el hijo mayor, es el que reafirma la línea del posible retiro. «Papá: son muchos años y hay que empezar a cuidarse», recuerda Miguel, sobre su principal socio a la hora de juntar voluntades para el retiro.
Miguel también describe otro universo de fuerzas que juntan votos, casi por igual, por la continuidad y el punto final sobre los escenarios.
Por la moción de colgar los botines están el tiempo pendiente con sus nietos y las ganas de disfrutar más de la intimidad familiar. «Salgo de un ensayo y, en plena madrugada, voy a buscar a Mary, que está todo el día en el taller; eso no es vida»; sostiene el principal referente de Nazarenos, sobre el ritmo y la demanda de horas que insume el grupo.
Sin embargo la moción por la continuidad también planta bandera: allí también están sus otros hijos, Fabián y Sebastián, quienes actualmente integran el elenco. En el caso de Fabián, además, es el coordinador artístico del grupo. De este lado de la línea divisoria también están el barrio y los seguidores, afirma el artista.
A su juicio, «la felicidad del barrio es impagable»; afirma, y añade entre risas que Nazarenos se ha afincado en La Teja, por ser un barrio cálido y de gran corazón.
Por lo tanto, el retiro, por lo menos por ahora, parece haber quedado en un cuarto intermedio.