A pesar de que se reconoce unánimemente la tradición liberal del Uruguay, la censura y prohibiciones a las murgas existieron a lo largo de todo siglo XX.
Es cierto que las persecuciones fueron un sello brutal durante la dicatura militar, aunque un sencillo repaso histórico permitirá descubir -para sorpresa de muchos- cómo, por ejemplo, durante el segundo batllismo existieron tachaduras de hojas enteras a varios repertorios de la murgas.
Sin ir más lejos, muchos habrán visto la famosa foto de Cachela y el Loco Pamento, de Asaltantes con Patente de 1946, parodiando al presidente Juan José de Amézaga, que le costó varios dolores de cabeza, además de un casi seguro primer preimo al grupo.
En síntesis, la relación entre carnavaleros y políticos a lo largo del siglo XX puede decirse que fue, cuando menos, zigzagueante.
Pero hubo un momento de máxima tensión, en plena democracia, cuando José María “Catusa” Silva escribió la despedida de su murga en el carnaval 1988, denunciando a los militares y sus crímenes, un año antes del referéndum contra la Ley de Caducidad.
Esa pieza es, posiblemente, el relato más crudo en contra de los militares.
Fue tan contundente que aún treinta años después persiste en la memoria de muchos la carga dramática de los murguistas vestidos de Blandengues mostrando sus manos con guantes rojos, en representación de la sangre y las aberraciones cometidas.
Sabemos quiénes fueron y lo van a pagar, porque habrá justicia, le arrojaron Catusa y el coro de Araca a los milicos.
“¿Adónde irás, tirano, adónde irás? Tus manos ensangrentadas, ¿dónde las esconderás?», decía el estribillo de La Bruta, que cantaba esa despedida ante miles de personas, mientras en las afueras del teatro se amontonaban algunos patrulleros, servicios dispuestos a pudrirla si era necesario e integrantes de la Comisión de Control, el organo de censura cuyo nombre destilaba por sí mismo un nauseabundo aire reaccionario.
«El terror, sombra lunática», que tres años antes había descrito Tintabrava en la despedida de La Falta, estaba ahí mismo, en las puertas del Collazo, vivito y coleando.
Catusa fue detenido días despues y presionado para sacar aquel canto.
Pero lo mantuvo firme, hasta el último día, con el respaldo de miles que lo siguieron por todos los tablados.
Esta historia formará parte de un centenar de relatos sobre la murga, que presentaremos junto a Fabián Cardozo en los próximos meses, en un libro de Ediciones B denominado “Cien veces murga”.
LETRA DE LA DESPEDIDA DE ARACA DEL 88
Te olvidaste que la partia te la dijo el General
Torturaste a mi pueblo solamente por pensar
Hiciste cárceles nuevas para encerrar el juglar
Y hoy vives entre las sombras, perdida la dignidad
El que compró tu conciencia con el dinero más vil
Es el dueño de tus manos y él gobierna tu fusil
¿Qué le dirás a tus hijos cuando busquen la razón
del odio que va contigo, que te robó el corazón?
No habrá lugar en la tierra para esconder el dolor
Que sembraste en mi pueblo hasta matar el amor
La justicia de los hombres seguro te alcanzará
Gritarás por tu inocencia, Simón te descubirá
Perseguiste a tu hermano, olvidaste la verdad
Le robaste a mi gente su canción del libertad
Y hoy esperas entre sombras que llegue el juicio final
Te ocultarás pero en vano, el sol te delatará
Araca la Cana canta como siempre cantará
Porque conoce a tu dueño, él también las pagará
La justicia de mi pueblo a todos alcanzará
Hasta ver la patria nueva y soñar una vez más