Por Facundo de León
Foto: Agostina Vilardo
Queso Magro utiliza la risa como mecanismo de identificación. Quien asista a ver un espectáculo de esta murga sabe de antemano que encontrará, en todos los pasajes, momentos sublimes de humor y, por otro lado, irá predispuesto y con una postura exigente a reclamar al conjunto dosis constantes de su rasgo más característico.
Esta murga es fiel a sí misma. Entienden el género murguero desde un lugar que se aleja totalmente de la filosofía «tradicional» y la defienden en cada ocasión. Queso Magro no negocia con el estilo predominante y exigido por el carnaval para tener la posibilidad de definir la categoría y esta condición identitaria que los describe es para destacar.
El carnaval es un ambiente bastante tradicionalista donde quienes traen espectáculos fundamentados en cuestiones que se alejan de los parámetros «normales» sobre los cuales se establece el género no son bien vistos. Bajo esta lógica, La Mojigata, La Bcg en su momento, La Gran Siete y el propio Queso Magro asumen una cuota de rebeldía extremadamente importante, impulsados en la motivación de desafiar algunos cánones que, con el paso de las generaciones, verdaderamente, parecen quedar anticuados. Esto genera profunda irritación y malhumor en quienes entienden que la murga es un género que se ubica en las antípodas de lo que establecen estos conjuntos.
Catalogadas como «eternas murgas jóvenes» – lo que pareciera ser una especie de insulto o menosprecio en la esfera del carnaval mayor- proponen creaciones artísticas desde un enfoque paralelo a lo que la media espera. Las retiradas no surgen de una poesía barrial y callejera ni son dedicadas a la cantina o al arrabal. No, van desde el Chuy hasta el cuerpo humano, pasando por una olla de puchero en el medio. El salpicón no es un bloque que se utilice en demasía y la crítica evade el tinte político clásico para imbricarse en el ser humano y su implicancia en la cotidianeidad política.
Cuestionar la validez de esa concepción artística es lo que parece terrible. Intentar deslegitimarlo en expresiones que no sostienen mayor fundamento que las percepciones subjetivas sobre el arte es inadmisible y esas críticas usualmente se oyen de personas que ponderan una única forma de hacer murga repetida desde años inmemoriales.
La frescura de las nuevas generaciones es válida y necesaria en todos los espacios que construyen la sociedad. La murga, como rasgo intrínseco de la cultura uruguaya, debe regirse por los mismos parámetros. Si el género – en teoría- es concebido como un lugar de manifestación popular, debe admitir y adecuarse a los contextos históricos. No se puede seguir esperando que se repita un mismo estilo en los espectáculos porque los intereses juveniles, las discusiones políticas, las cuestiones que despiertan la risa, las instituciones y un cúmulo de aspectos más, han variado.
Ahí está el meollo del asunto. Los comentarios con anhelos nostálgicos que se desprenden luego de una actuación en el Teatro de Verano – por citar el escenario mas «institucional» – de una murga como Queso Magro no hace más que resaltar este anacronismo
Las propuestas artísticas de estas murgas han atrapado y, a su vez, acercado a mucha gente que anteriormente no consumía carnaval e indiscutiblemente es un enorme mérito que pocas veces se reconoce.
Cuando rodeas un aparato -cultural en este caso- inscripto en una monotonía absoluta de gente proveniente de otros ámbitos tales como la universidad o el teatro es lógico que existan movimientos que repercuten las raíces y posiblemente incomoden lo establecido. La realidad es que el acercamiento de personas como estas al carnaval y particularmente a la murga no han hecho más que enriquecer el género. Han variado la concepción conocida de lo que iba a enfrentar el público al ver un espectáculo de murga, y eso siempre es resaltable, porque invita a reflexionar sobre lo diferente.
Claramente son estilos, puede gustar mas o menos. Lo equivocado es tener la necesidad de encasillar y juzgar una propuesta artística. Es una posibilidad o no que en unos años lo «tradicional» sea el estilo de murga que propone Queso Magro y lo resistido sean propuestas artísticas que no se asemejan a esas formas. Ojalá suceda y la tolerancia esté, admitiendo que las transiciones y los cambios suceden y que el arte popular también está sometido a eso.