Eduardo Bonda (espectador, exintegrante del jurado)
Columnista invitado
Jubilado, saliendo poco y nada de casa, y habiendo agotado todas las series y películas dudosamente recomendables de Netflix, me dediqué a repasar en mi mente y en Youtube los espectáculos del concurso de Carnaval 2020.
Mi TOC no es lo suficientemente fuerte para verlos alfabéticamente o por orden de premiación y ni siquiera para volverlos a ver en su totalidad, así que a medida que veía partes de las actuaciones mi frágil memoria me trasladaba en primer plano las sensaciones y vivencias como espectador sentado en el duro (cada año que pasa lo siento más duro) y frío cemento.
La mayoría de los colegas espectadores asistentes al Teatro de Verano, y la prensa especializada catalogó este 2020 como «un buen año de parodismo”.
Antes de continuar pongámonos en situación: concurso con sólo 5 participantes de los cuales dos estaban “despegados” hacia arriba y otros dos también despegados, pero hacia abajo, por lo tanto no hubo demasiada sorpresa.
A pesar de eso, a mí, en lo personal, ver los espectáculos de parodistas me produce una especie de Deja Vu, como si estuviese viendo lo mismo 20 o 25 veces.
Reconozco que la ejecución de los espectáculos es muy buena, prolija, profesional, detallista en la mayoría de los casos, y hasta la llamaría impecable, pero no me sorprenden.
No llego a emocionarme ni a meterme en el espectáculo que proponen, y reconozco incluso que algunas noches debo combatir con el tedio o con las ganas de volver temprano a casa sobre todo a medida que avanzan las ruedas.
Siempre escribiendo en primera persona, porque estas crónicas son absolutamente personales, las parodias me resultan previsibles apostando algunas a la sensibilidad, otras al aprovechamiento actoral de alguno de sus componentes, otras a la comicidad, también aprovechando virtudes de alguno de sus componentes pero me falta contenido y originalidad.
Musicalmente creo escuchar cada año las mismas melodías, aunque sé que son diferentes en el contexto me resulta como si ya las hubiese escuchado.
Y con los bailes me sucede lo mismo.
Creo que el esquema requiere una renovación urgente, y de ahí el título de esta crónica.
Cuando en los últimos años se volvió a incrementar el tiempo máximo a 70 minutos, ese tiempo fue usado mayormente en presentación, despedida o escenas dentro de las parodias que apuntan al lucimiento de bailarines y cantantes.
Tengo absolutamente claro que el parodismo debería ir por otro lado, apuntando a la escena y el mensaje, pero sin perder la esencia de la categoría.
Habría que desmitificar una versión sobre que es necesario tener una parodia graciosa y otra seria; el reglamento no apunta a eso.
Dice el reglamento que en determinados pasajes puede tener matices dramáticos, y que no deben predominar en el espectáculo. En mi modesta opinión muchas veces se apunta a la lágrima, rayando casi con la sensiblería.
Esto ha ido in crescendo desde que se permitió en el reglamento parodiar “personas de público conocimiento”, y mi propuesta es intentar revertir la situación quitando esa posibilidad.
Creo que los hechos que se manifiestan en las parodias como escenas de la vida de esos personajes muchas veces son imposibles de contrastar y a mi gusto casi lindan con humoradas con personajes conocidos.
Se argumenta que las escenas son sacadas del anecdotario, de entrevistas o de charlas con los familiares pero se pierde la
esencia de una buena historia con su desarrollo y final.
Mi encantaría en un futuro sentir que se puede revalorizar la categoría, bajando nuevamente el tiempo máximo de actuación, que se incremente en puntaje en textos e interpretación, y de puesta en escena frente a los otros, y estimular a los conjuntos
que en la presentación del libreto tengan mayor cantidad de parodias, así pueden rotar o presentar diferentes parodias según la respuesta del público a medida que ocurren las actuaciones y que no queden limitado a un libreto que no puede modificarse. Incluso eso hace que pueda variarse en las diferentes actuaciones en el Concurso, pudiendo administrar las dosis de sorpresa, drama y jocosidad.
Así como en otras categorías pueden limitarse algunos eventos, como el uso de otros instrumentos en murgas, podría quizás limitarse el tiempo de la presentación.
El hecho de premiar a la creatividad y originalidad (Incluso parodiando obras e historia archi conocidas y trilladas), y no tanto al lujo y al brillo, puede hacer que aumente el número de grupos a participar, y hasta podría incentivarse aún más a la juventud, si
impulsamos una especie de “Parodismojoven”, dentro de la Movida que impulsa la Intendencia de Montevideo.
La falta de una variedad ha hecho que los conjuntos se estanquen en sus propuestas, manteniendo su zona de confort sin enfrentarse a desafíos novedosos.
Salvo esporádicas excepciones, en la tercera rueda siempre participan los mismos 4 conjuntos.
Obviamente no he puesto nombre propios porque precisamente la idea es apuntar a una renovación general de la categoría donde podamos sumar más participantes y no esperar a que una de las categorías más taquilleras caiga por su propio peso.
Hasta la próxima reflexión.
1 – Esta categoría deberá parodiar el argumento de obras, historias de hechos y/o personas de público y notorio conocimiento en una imitación generalmente burlesca, realizada en tono jocoso, pudiendo, en determinados pasajes del espectáculo, tener matices dramáticos, según la propuesta de cada conjunto.
Estos pasajes no deberán predominar en el espectáculo, ya que la esencia del parodismo es la capacidad de generar una versión burlesca y caricaturesca del argumento o historia original. Reglamento Oficial de Agrupaciones de Carnaval 2020.