Una promesa del director de la murga hizo posible cumplir el viejo sueño de subir al escenario.
Por Guzmán Ramos y Fabián Cardozo
Vodanovich es un apellido de origen croata. De ahí, el apodo con el que muchos lo conocen en el ámbito carnavalero, gracias a los videos subidos a Youtube, a través de los cuales fue posible rememorar actuaciones de otros tiempos.
Esos videos llevaban también la marca de agua 845, el número del ómnibus de Cutcsa con el que Gustavo recorre día a las calles montevideanas, un oficio que conecta, en algún punto, con el nuevo desafío asumido para el 2017: ir de barrio en barrio, con la cara pintada, cantando los versos de la murga que lleva el nombre de la muralla francesa que buscaba impedir el avance del ejército alemán, durante la Segunda Guerra.
Subir al escenario es un viejo anhelo, dijo Gustavo, en conversación con Calle Febrero. Se transformó en realidad cuando Marco González, Hugo Márquez y Damián Laforia decidieron reflotar el título de Mario Benítez y Pata Navia para el carnaval 2017.
“Marco, cuando me veía, me decía que iba a cumplirme el sueño de pintarme la cara”, cuenta el novel murguista.
“Cuando se hizo realidad, la emoción que sentí fue indescriptible, algo que solo yo puedo saber”, añadió, tras comentar que al momento de recibir la noticia, cayó hasta alguna lágrima.
De ahí en más, la alegría fue creciendo y compartiéndose en el ámbito familiar y hasta en el ómnibus de Cutcsa, donde en cada jornada –“del principio hasta el final”, aclara- suenan discos y canciones con viejos cuplés y retiradas.
«En el 845 se respira carnaval», asevera con firmeza, sin dejar espacio para otros géneros ni propuestas del dial.
UNA PASIÓN
El coqueteo de Gustavo con la murga lleva un tiempo.
Estuvo a punto de salir en Nos Obligan a Salir, como platillero y en La Reina de La Teja, pero por distintos motivos no pudo concretarlo. Se reconoce de Sayago, un barrio con identidad murguera definida, aunque su corazón sigue estando con La Reina, con la que compartió varias madrugadas como hincha, ya sea siguiendo sus actuaciones o en las largas noches de ensayo.
Y como si esos vínculos no alcanzaran para reafirmar la pasión, sus familiares Carlitos Rigaud, Eduardo Rigaud y Fernando “Pichu” Straneo se encargaron de dar el puntillazo final, entre los tablones de madera del Expreso, el desaparecido tablado de Millán y Raffo, al que concurrió toda la vida.
Pero los tablados, la murga y Peñarol –otro amor- no fueron sus únicas pasiones.
Es que con el paso de los años, Gustavo fue armando una numerosa colección de videos, que un buen día decidió compartir con el mundo carnavalero.
“El tema empezó cuando mi padre me regaló un grabador VHS, justo en el momento en que llegaron a Uruguay”, recordó el integrante de La Línea Maginot.
Ese fue el disparador para comenzar a registrar todos los programas carnavaleros que se pasaban por televisión, en especial durante la década del ochenta, cuando muchas actuaciones se emitían por los canales 4 y 10.
Con el paso de los años, las reproducciones de su canal fueron en aumneto, al punto que un día su hijo Santiago –también carnavaleo- le dijo frente a un Teatro de Verano lleno: “Papá, pensar que acá hay mucha gente que te conoce, pero si te ven, no saben que sos vos”.