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Presidente del jurado Ramiro Pallares: «Se trabajará con convicción, perfil bajo, autonomía y apertura a todos los estilos y lenguajes»

El nuevo jefe del equipo encargado de la evaluación dijo a Calle Febrero que ya hubo una reunión preliminar de trabajo y que resta una nueva en los próximos días. Desarrollarán una escala común y proporcional a la incidencia de cada rubro en cada categoría, evitando que un integrante asuma la definición por sí solo marcando grandes distancias, o bien, que la transfiera a sus compañeros, marcando escalones mínimos.

Por Guzmán Ramos

«Es una satisfacción haber llegado a conformar este equipo de trabajo», sostuvo en entrevista con Calle Febrero el nuevo presidente del jurado, Ramiro Pallares, un profesor de historia y actor egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático (Emad), que mantiene un estrecho vínculo con el carnaval desde su infancia y que en este 2017 asume el rol más importante a la hora de la evaluación de las propuestas.
Ramiro dirige un equipo de jurados integrado por Jorge Caticha y Alfredo Leirós en el rubro de voces, arreglos y musicalidad; Fernando Schmidt y Raquel Diana en textos e interpretación, Daniela Marotta en puesta en escena y moviemiento esénico; Norma Berriolo en coreografía y bailes y Sandra Ríos en vestuario, maquillaje y escenografía, a los que secundarán Maorik Techeira, Paola Garabedian, Carla Cámera y Ovidio Fernández como alternos.
El mismo mantiene una «memoria en el criterio», con cinco jurados que repiten del año anterior y dos nuevos entre los titulares y al que se le agrega una «importante renovación», dijo Ramiro, aludiendo a tres de los cuatro alternos, a quienes se busca «preparar» para que en un futuro asuman el rol de calificar en sus respectivas áreas de conocimiento, buscando, de ese modo, que «no se eternicen las miradas», añadió.
Los jurados designados por una comisión integrada por las delegaciones de la Intendencia de Montevideo y Daecpu definieron una serie de pautas, que fueron decisivas para conformar el elenco del 2018.
En primera instancia se buscó que los jurados tengan «un conocimiento profundo de sus rubros y del carnaval».
Aunque evidente, esa circunstancia también representa un arma de doble filo, ya que muchos de quienes poseen esas cualidades están trabajando dentro del mismo, o están vinculados directamente a los grupos, lo que suele generar suspicacias entre los participantes, o bien, impide que los posibles candidatos acepten «porque no quieren el compromiso de juzgar a sus pares», dijo el nuevo presidente del jurado.
«Enconrtar jurados de carnaval es mucho más difícil de lo que la gente cree», añadió Ramiro.

UN MAR DE PASIONES
El perfil trazado también buscó que los seleccionados sobrevivan a un mar de pasiones, tanto de los artistas como del público.
Por tal motivo, se exige a cada integrante el desarrollo de una «mirada propia», puntualizó el nuevo presidente.
Ello implica la aceptación de los criterios previamente acordados.
Lo fundamenta, dijo Ramiro, es evitar que un jurado defina por sí solo las categorías marcando una amplia escala de puntajes o que transfiera esa responsabilidad a sus pares, marcando pequeñas diferencias.
También destacó como imprescindibles la «seguridad y convicción» sobre el efecto y los méritos del hecho artístico que cada juez deberá tener al momento de emitir los puntajes en las boletas.
Para lograrlo se pide «autonomía» y «trabajo en equipo»..
La autonomía representa la mirada individual de cada integrante, que deberá guardar esrticta reserva sobre sus calificaciones, sin siquiera emitir juicios de valor en un ámbito «reservado y asilado».
Y el trabajo en equipo, por su parte, supone la aceptación de las normas y la aplicación de un reglamento que el líder del jurado considera «claro» en sus «definiciones y procedimientos».
Del mismo modo, los jurados deberán mantener un perfil bajo.
Sobre ese punto, Ramiro dijo que «la búsqueda de visibilidad no se corresponde con la tarea» y contó que existen una serie de indicaciones fundamentales para evitar esa exposición, que van desde la supresión de la interacción en las redes sociales hasta las acciones más simples como enviar mensajes de texto, atender una llamadas telefónicas o levantarse del recinto durante la actuación, entre otras tantas posibles.
A la hora de la evaluación, la selección de jurados también hizo hincapíé en la capacidad de cada integrante de desprenderse de sus gustos, en pos de una mirada «imparcial» que reconozca la multiplicidad de estilos existentes.
«Buscamos generar procedimientos que permitan al jurado trabajar con confianza (…) con gente segura de dónde está y de lo que está haciendo, a los efectos de lograr una evaluación precisa y clara», finalizó Ramiro.