Montevideo callefebrerodelsur@gmail.com 092 021 357 Emisora del Sur

Maximiliano Porciúncula: una vida con música, desde la cuna hasta La Catalina

Por Nicolás Oroño Rodríguez

Como todo uruguayo, de chiquito soñaba con ser futbolista. La pelota le tiraba más que el canto, pero andando el camino, la vida lo llevó a desarrollar su faceta artística. Esa timidez que en algún momento sintió, desapareció, y de pronto se encontró debutando en Carnaval a los 14 años con una murga histórica como Araca la Cana. Cuando revive cada momento reflexiona sobre la importancia que tienen las decisiones que uno debe tomar sobre la marcha. Hoy con 30 años, y con 18 vinculado al arte, se siente agradecido por cada persona que fue ayudándolo a tejer ese puente que hoy transita, con la felicidad de poder decir que trabaja como artista. Con la sencillez y humildad que lo caracterizan, Maximiliano Porciúncula se adentró en el viaje de recorrer su trayectoria, la cual tiene a nuestra máxima fiesta popular como su protagonista indiscutible.

¿CUÁLES SON TUS PRIMEROS RECUERDOS VINCULADOS CON EL CARNAVAL?

“Mi hermano mayor, Pablo (Porciúncula), me lleva 7 años. De adolescente él siempre fue muy inquieto y tenía muchas ganas de descubrir y de hacer. Tuve la suerte de tener un hermano mayor que tenía todas esas necesidades. La música me llegó por él, y recibí todo ese conocimiento que el hermano mayor te transmite. Me acuerdo que siempre iba a escuchar a los coros de murga que armaba mi hermano, con adolescentes que jamás habían cantado en su vida, y no tenían mucho conocimiento del género. Ese fue el primer acercamiento con una murga. Nosotros vivíamos a 10 cuadras de Avenida Garzón, cerca de Colón, y en 1999 cerca de casa estuvo la carpa de la Intendencia. Ahí una noche fueron a cantar los Diablos Verdes. Fue la primera vez que vi una murga en escena con todo lo que implica (vestuario, maquillaje, puesta en escena, batería). Descubrí el fuego que tiene una murga en vivo, y aparte se trataba de un murgón. Fue algo que me avasalló. Comparable con la primera vez que fui al estadio o la primera vez que vi el mar. Fue algo gigante, y los sentidos no te alcanzan para asimilarlo. Luego ya tuve la suerte de entrar a murga La Zafada, y con ella al Carnaval de las Promesas, conociendo más al Carnaval como el evento artístico y cultural que es, pero la imagen de esos Diablos Verdes no se me olvida más”.

¿Y AHÍ YA TE PICÓ EL BICHITO DE SER MURGUISTA?

“No. Siempre fui como hincha o espectador de todo lo que hacía mi hermano. Siempre lo acompañaba y me terminaba sabiendo las letras de las canciones en cada uno de sus proyectos. Pero aportaba desde el, lugar de disfrutar lo que estaba viendo solamente. No fui el niño que descubrió que quería ser murguista apenas escuchó cantar a una murga. De chico cantaba pero solo melodías que se me pegaban y sentía que las podía cantar. Ahí era cuando Pablo me decía “¡Bo, cantás afinado!”. Pero no hacía énfasis ni ponía la lupa en el canto. Tenía una terrible obsesión con el fútbol como todos los uruguayos (risas). De hecho todos mis recuerdos de la infancia son vinculados al fútbol. Entonces me acuerdo que Pablo se había enterado que la murga tenía un coro polifónico que cantaba una misma melodía arreglada con diferentes voces. Cuando empezó a investigar eso necesitó una rata de laboratorio y me pedía que cantara melodías para que él cantara el arreglo y armonizáramos. Me pedía que cantara cosas, y yo estaba desesperado por salir a jugar a la pelota. Pero era tanto lo que me insistía que cantábamos juntos un rato. Como sentía que lo podía hacer, le empecé a tomar el gustito a cantar con mi hermano, y sobre todo a cantar murga que es algo muy particular, porque se hace en grupo y sentís una energía divina. No estás solo nunca. Empezar a cantar de esa manera creo que fue lo que me ayudó a no alejarme de la música. Me aportó confianza y herramientas. Me acuerdo que al principio para mí era muy común irme con la melodía que cantaba Pablo, y no terminaba cantando la melodía que me tocaba. Ese entrenamiento tanto de a 2 como de a 20 cuando cantás en un coro, fue lo que más me atrapó de la murga”.

“ESA MURGA ERA LO MÁXIMO”

“Me acuerdo que empecé a ir a los ensayos de La Roba Montón que era la murga que se había armado en mi barrio. Tenía como 11 años, Me había aprendido las letras y la melodía, y me sumé a cantar con ellos sin que nadie me invitara. Entonces Pablo me dijo que desde el barrio vecino, cerca del Complejo América, salía una murga de niños que era La Zafada. Para mí esa murga era lo máximo, porque me tocó verlos en una fiesta de un club de Baby Fútbol y me vi reflejado al ver a esos niños cantando murga. Verlos a ellos cantando fue lo que terminó de despertar esa curiosidad. Cuando hablamos con Edén Iturrioz, que hasta el día de hoy sigue trabajando en la murga, nos dijo que había una fila enorme de gurises que querían sumarse. Eso me mató, porque pensaba que no iba a entrar nunca más al no ser del barrio. Pablo se encargó de insistirle a Edén hasta que accedió. Mi hermano me llevó al primer ensayo en bicicleta, y llegando a la puerta del ensayo vi que había niños muy chicos. Yo tenía 12 años en ese momento. Estaba viviendo esa etapa en la que dejaba de ser un niño, entonces me incomodaba un poco. Llegando a la puerta le dije a Pablo “Vámonos”, y me respondió “¡No! ¿Qué te vas a dar vuelta?” (risas). Me acuerdo que hacía un frío enorme y canté con la bufanda puesta. Solo se me veían los ojos. Ahí fue cando Edén, que es dios momo para nosotros, un maestro de la murga y de la vida, aparte de ser un amigo y un hermano, con toda su paz cantaba la melodía conmigo, y enseguida me hizo cantar un solo. En ese momento me quería morir. Fue como patear un penal en el debut. Siento que ese ensayo y romper con esos candados y prejuicios de cantar frente a niños y adultos fue el inicio de todo. Fue un punto de inflexión importante”.

¿CÓMO VIVISTE LA EXPERIENCIA DE HABER SALIDO EN LA ZAFADA?

“En la murga había mucha libertad, y nos podíamos equivocar tranquilos. Todo fluía y no estaba el prejuicio del error. La musicalidad que elige Edén siempre ha sido muy hermosa, porque te lleva a un coloque que lo disfrutás. Luego el profesionalismo a medida que vas creciendo te lleva a querer equivocarte menos, pero hay tablados puntuales en los que esa magia vuelve. Porque por un lado está lo técnico de la murga, pero por el otro lado cantar en murga tiene esa cosa ancestral que no sabés cómo pero el coro se está cantando todo, y de repente alguien canta un arreglo que nunca se había ensayado y queda bien. La Zafada tenía y sigue teniendo eso. Es festejo”.

“UN AÑO MUY INTENSO”

“Ese año salí en 3 murgas. La Zafada en Carnaval de las Promesas, La Vieja en Murga Joven y La Esquinera en Carnaval del interior. Se habían abierto muchas puertas y tenía la energía como para hacer todo eso. Tendría 14 o 15 años. Siempre estuve acompañado por mi hermano en todos los proyectos y los compartíamos. Fue un momento en el que conocí a mucha gente. Los grupos de esas murgas eran muy unidos y en general siempre he tenido la suerte de compartir experiencias lindas con todos los grupos que he integrado. De todas formas no volvería  a salir en 3 murgas (risas). A partir de ese primer ensayo que me tocó vivir con La Zafada arrancó toda una explosión de murga en mi mente. Fue un año muy intenso”.

¿CÓMO SE DIO TU DEBUT EN CARNAVAL CON ARACA LA CANA?

“Al año siguiente Pablo me invitó a salir en Araca la Cana. Catusa (José María Silva) me había escuchado cantar un par de veces y tenía ganas de incorporar a un adolescente. En ese momento tenía 14 años. Damián Lescano debutó ese mismo año con 16. Éramos como dos niños que siempre andaban revolucionando el ensayo. A los dos nos tocó vivir nuestro primer Carnaval en Araca la Cana como dos niños. Porque está el murguista de la década de los 80 que debutaba con esa edad en Carnaval y de repente ya llevaba una vida de adulto, trabajaba, se tomaba un whisky, etc. Pero yo me acuerdo que me llevaba un licuado de banana al ensayo, o de repente nos cambiábamos los championes con Damián porque nos gustaban más los del otro (risas). En los ensayos nos pedían silencio cada 5 minutos, hasta que Catusa no aguantó más y mandó a citar a nuestros padres por nuestra indisciplina en el ensayo. Así debuté en Carnaval, entre licuados de banana y jugando de manos con Damián Lescano (risas). De todas formas me di cuenta en ese año que hay aspectos del Carnaval que no son adecuados para los niños y los adolescentes. Ahora está más regulado lo de los menores que salen en Carnaval. Pero te das cuenta de un montón de cosas que están ligadas al hecho de trabajar en la noche. De repente no son tan positivas pero también te dejan un aprendizaje. Incluso después de dos años intensos saliendo en varios lados, dejé de salir en murga por un tiempo. Fue algo tan intenso que necesité no salir”.

Y LUEGO INCURSIONASTE EN EL PARODISMO…

“Pablo trabajaba como arreglador en parodistas Urbanos que salían en el Carnaval de las Promesas. Yo con todos mis prejuicios hacia el parodismo le dije que jamás iba a ir. Cuando llegué al ensayo me di cuenta que había una energía maravillosa y el grupo era muy especial. Terminé saliendo 3 años en Urbanos. Haber salido ahí me aportó mucho en el hecho de seguir rompiendo con prejuicios. Aprendí a cantar de otra manera e interpretar otras cosas. Me acuerdo que el encargado de la puesta en escena era Freddy González. Cuando se me presentó me preguntó “Vos, ¿qué vas a hacer?”. Le dije “Yo voy a cantar, que es lo que más o menos sé hacer”. Ahí largó una carcajada gigante y me dijo “¿Estás loco? ¡Esta parte la decís vos!”. Arrancaba el show con Damián Luzardo y yo haciendo un diálogo. Fue algo que me dio mucha vergüenza en ese momento, y gracias a Freddy tuve la chance de vivir esa experiencia de actuar. Pero sobre todo aprendí a cantar cosas que no fueran murga. Las canciones iban más por el lado de las baladas, y en el conjunto tuve mis primeras clases de canto. Tuve una formación diferente que me abrió un camino hasta hoy. Hay cosas que aprendí de esa época que aun las sigo implementando. Cantar de otra manera fue todo un desafío. Aprendí mucho de Damián Luzardo también, que era y es terrible cantante, así como de otro montón de compañeros, y Luís Quintana que era el profe de canto”.

Y DE REPENTE CON 17 AÑOS YA ESTABAS CANTANDO EN CONTRAFARSA…

“Luego de esos 3 años en Urbanos, al año siguiente, un día vuelvo del liceo rumbo a casa y veo que en la vereda estaba la moto de Luís Ortíz con un bombo atrás. Cuando llegué pensé “¡Me muero si me vinieron a buscar para salir en Contrafarsa!”. Veo a través del ventanal de la casa que Edén Iturrioz y Luís Ortíz estaban hablando con mi vieja porque me venían a hacer esa invitación. Al revivirlo me doy cuenta de que fue un momento que me marcó. Edén y Luís suponían que ya iba a aceptar, y estaban resolviendo algunos detalles con mi madre. A ella lo que quería era que yo estuviera en un lugar en el que me cuidaran, y ellos se estaban encargando de mentirle y disfrazar la cosa un poco (risas). Salir en Contrafarsa fue  retomar el hecho de salir en murga después de ese tiempo de descanso que me había tomado. Me acuerdo que ahí empecé a tomarme más en serio el hecho de salir en una murga, y entendía que podía llegar a transformarse en un trabajo. Además en esa etapa compartí con Alejandro Balbis que en ese momento me dio un envión muy importante. Justo hace poco compartimos escenario en el Sodre, dentro del toque del MPU, y recordamos esos momentos. Me acuerdo que un día después de un ensayo le mostré una canción a Alejandro, y medio que la empezamos a componer juntos. Él me dijo “¿Y vos qué pensás hacer con esto?”. Él veía un potencial en mí y yo aún no tenía la confianza para creerme que podía vivir de la música. Yo le dije que pensaba buscar alguna herramienta laboral que más o menos me gustara y trabajar de eso. Pero él insistía en que me dedicara a cantar y a componer. Cuando me lo dijo me convencí. Pensé que si ese tipo al que admiro tanto y que tiene tanto talento como para conseguir vivir de la música, me está diciendo esto, ¿por qué no intentarlo?. A partir de ahí tuve una actitud más positiva con respecto a poder vivir de la música en algún momento. Esa conversación me hizo cambiar el pensamiento. Para el Carnaval 2007 retorné a Araca la Cana. Fue un año precioso e incluso tuvimos la chance de girar por España. La verdad que siempre voy a estar agradecido con Araca porque me dio la posibilidad de debutar en Carnaval y siempre me sentí muy querido allí”.

“VOS TENÉS QUE SALIR EN AGARRATE CATALINA”

“Balbis también fue el que me recomendó para que saliera en Agarrate Catalina. Él me decía “Vos tenés que salir en La Catalina, es un grupo que te va a enseñar mucho”. Un día se cruzó con Yamandú y Tabaré y les propuso que los dos saliéramos ahí. Les dijo “Tengo dos integrantes para su murga: Maxi Porciúncula y Alejandro Balbis”. “¡Bueno! ¿Dónde firmo?” dijo Yamandú. Un día me crucé a Yamandú por el centro y me contó lo que le había dicho Balbis. A mí me encantaba la idea de participar en la murga. Veía que era un grupo que estaba consiguiendo cosas diferentes. Esa vez que nos cruzamos le di a entender que me encantaba la idea y que quería ser parte. Hasta que un día en el que salimos a cantar en los ómnibus con mi hermano Pablo viajando hasta La Paz, que era algo que siempre habíamos querido hacer pero no nos animábamos. Durante ese viaje Yamandú me llamó para invitarme a participar en la murga. La primera experiencia que viví con la murga fueron unas actuaciones en Córdoba, Argentina. Llegar ahí implicó asumir un montón de responsabilidades, ya que trabajamos mucho con la murga y había que cumplir con ciertas reglas. Entrar en La Catalina fue como entrar a un túnel del tiempo. En estos 12 años que hace que integro la murga hemos vivido muchísimas cosas. Al principio la familia preguntaba en qué andaba, y luego se fue acostumbrando a que siempre estaba actuando en algún lugar con la murga. Me perdí muchos días de la madre, cumpleaños, etc. Me sentí parte de la murga desde el primer momento, cuando me sumé para preparar el Carnaval 2008. Creo que en algún momento vamos a tomar una real dimensión de todo lo que nos ha pasado. Al punto de que hoy disfruto de trabajar en mi casa. Porque salimos tanto, y trillamos tanto el camino que pila de veces extrañaba estar en mi casa, y llevar adelante otros proyectos y necesidades.  Igual no me arrepiento ni loco. A esos 10 años en los que estuve girando con La Catalina no los cambio por nada. La Catalina se mantiene con una intensidad de trabajo increíble”.

SU PROPIO PROYECTO ARTÍSTICO

“En un momento me dieron ganas de cantar con mi hermano. Los desafíos siempre nos llamaron la atención. Empezamos a construir nuestras canciones y a trabajar como cantautores. Eso era algo que simpre estaba en la vuelta y lo compartíamos  con la familia y los amigos más cercanos, pero no se terminaba de transformar en un trabajo nuestro. Después de la experiencia que vivimos con La Catalina, decidimos bajarnos del elenco estable de la murga para empezar a meterle energía a nuestra carrera. Ese fue otro punto de inflexión importante en mi carrera artística. Hay días que me han marcado mucho, y ese fue uno. Esa fue la última gran decisión artística que tomé. El disco que hemos lanzado con la banda Senda 7 ha sido el fruto que empezó a cosecharse desde ese día. Trabajar en La Catalina es hermoso e ideal, pero teníamos ganas de salir de esa comodidad y mostrar nuestras canciones. La banda que hemos formado con Bruno, Mati y Germán, y toda la gente que da una mano y también forma parte, ha sido un reinicio en lo artístico”.

EN LOS AÑOS EN LOS QUE AGARRATE CATALINA NO SALIÓ EN CARNAVAL, ¿EXTRAÑASTE SUBIRTE AL ESCENARIO EN FEBRERO?

“Ir al tablado y escuchar una batería de murga ya te despierta las ganas de subir al escenario. Si bien no lo sufrí tanto porque La Catalina siempre siguió trabajando, febrero tiene una mística única. La temperatura que hace en el mes, sentir el olor a chorizo, y que el público esté expectante, son algunos de los condimentos necesarios para que el gen del murguista esté ahí, a flor de piel. También durante los carnavales que no salí disfruté de los espectáculos como cuando era chico. Esos carnavales me devolvieron la alegría y la maravilla de ser espectador”.

¿CÓMO VIVISTE ESTE CARNAVAL 2019?

“Este año Carnaval fue como un embudo para mí. Arranqué sintiéndome el menos carnavalero, y terminé siendo el más carnavalero con todo lo que eso implica. Arranqué haciendo otras actividades, y a mitad de Carnaval ya no podía hacer otra cosa que estar enfocado en la murga. Salir en carnaval requiere tanta energía y concentración que es algo que te avasalla. Con la murga en este último carnaval hicimos más de 120 tablados, entonces tratabas de aprovechar el tiempo libre que te quedaba con la familia o haciendo otras cosas. Hoy por hoy estoy entrando en esa de que cumplí 30 años. Hay etapas que uno va quemando, y de esa forma va viendo la vida de diferente manera. El carnaval no fue una excepción. Cuando era más chico al salir en Carnaval mi atención estaba en otro lado, y había cosas que no las valoraba. Una vez que volví a salir en Carnaval con la murga luego de 7 años me di cuenta de que me encontré disfrutando de momentos que de repente antes deseaba que pasaran rápido. Viví la experiencia totalmente de otra manera, y este ha sido el carnaval que más disfruté por lejos”.

SI TU CARRERA ARTÍSTICA FUERA UNA FOTO, ¿QUIÉNES ESTARÍAN EN ELLA?

“Seguro estaría mi familia por el apoyo. Por más que el arte se vea como algo inestable, mi familia hace que confíe en lo que hago y me dedique de lleno a eso. Siempre me cuidaron y me apoyaron. También estarían todos los conjuntos que me abrieron las puertas, y me dejaron entrar a su casa. Más allá de que ya mencioné a mi familia, quiero resaltar en esa foto a mi hermano Pablo por ser el que me acercó a la música, a Edén Iturrioz, Alejandro Balbis, Yamandú, Martín y Tabaré Cardozo. Todos ellos son maestros de la música y de la vida que compartieron su conocimiento conmigo sin dudar. La carrera artística se construye a raíz de eso. Es como un puente que se va formando con la energía de esas personas que aparecen, de los amigos, de la familia, etc. Si no fuera por esa buena vibra, los artistas no existirían. Vos podés transmitir mucho, pero también dependés de lo que te van a devolver. Seguro esa foto sería un collage de eso. También estaría todo aquel que comparte una publicación y difunde lo que hago. Esa gente hace posible que seas artista, quizás sin darse cuenta. A toda esa gente le estoy eternamente agradecido. Gran parte de mi energía y mi gratitud siempre va para la gente que simplemente te desea lo mejor sin esperar nada a cambio. Cada vez que tomo conciencia de que trabajo como artista solo me sale agradecer, y a ese ejercicio de la gratitud no lo voy a abandonar nunca”.