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Charly Álvarez vuelve a Los Diablos Verdes, que comienza a definir el plantel de su regreso

La murga de La Teja prepara otra aparición este primero de mayo, en la celebración del Día del Trabajador.

Foto: Jimena del Río Ocampo

Charly Álvarez confirmó su presencia en Los Diablos Verdes para carnaval 2018, según publicó el artista en las redes sociales.
Se trata de un artista fundamental del período más exitoso del grupo de La Teja, al que llegó en 1998 y del que participó de los primeros premios de 1999, 2001 y 2003.
Charly, quien además estuvo en las murgas El Gran Tuleque y Momolandia, debutó en carnaval hace dos décadas, precisamente en la murga de la familia Iglesias. En la última temporada estuvo en Momolandia, donde obtuvo la décima ubicación.
También se desempeña como actor e integra la Sociedad Uruguaya de Artistas Intérpretes (Sudei).
Los Diablos Verdes, en tanto, preparan una actividad social para el próximo primero de mayo, en el Sindicato del Vidrio (Laureles y Telier), el emblemático local de ensayos del grupo.
Se esperan para ese días más anuncios, aunuqe ya está confirmada la presencia del director y arreglador, Andrés Atay.
La murga tejana fue fundada en 1939 por Antonio Iglesias como murga de niños, aunque debió esperar 14 temporadas para presentarse en el certamen oficial.
Es la murga con más participaciones ininterrumpidas en la historia del género.

 

Así recuerda Charly Álvarez el espectáculo «La Caldera de los Diablos» (2003)
El fragmento pertenece al libro Cien Veces Murga, de Guzmán Ramos y Fabián Cardozo

LA CALDERA DE LOS DIABLOS”: UNA VÁLVULA DE ESCAPE EN MEDIO DE UNA REVOLUCIÓN PARA SER PROTAGONISTAS


Charly Álvarez
Murguista de Los Diablos Verdes, El Gran Tuleque y Momolandia.

Si les entiendo lo que cantan, salgo con ellos”, le dije a mi viejo, en 1998, cuando Los Diablos Verdes me invitaron a salir.
En ese entonces estaba totalmente alejado de las murgas, pero no del carnaval.
Había dado prueba de admisión con los humoristas Los Tamberitos y, pese a superarla, el proyecto se pinchó antes de fin de año, de modo que tuve la posibilidad de ir a la murga de La Teja, que estaba armando un grupo sólido con el que hicimos grandes cosas en los años siguientes.
La mayor realización fue “La Caldera de Los Diablos” (*), del 2003, que no hubiera sido posible sin la construcción de liderazgos que comenzó a gestarse cinco años antes.
Hubo tres pilares: Antonio Iglesias, el lider histórico y político; Andrés Atay, el líder natural del grupo y Leonardo Preziosi, el creador.
Antonio era de hablar poco.
Sin embargo, cuando opinaba, era contundente y no se discutía.
Andrés es un líder gigante, divertido, con un carisma y ascendencia únicos sobre todos los murguistas; un tipo de convicciones sólidas, con el que siempre está bueno conversar y pedir una opinión sobre cualquier tema de la vida.
Su rol, además de sus aciertos como arreglador coral, fue evitar que todos los problemas personales que traían los muchachos en un año complicado afectaran el interior de la murga.
Leonardo, por su parte, fue la pieza creativa clave, porque su estilo de libretos y puesta en escena eran ideales momentos donde la categoría procesaba cambios de todo tipo.
“La Caldera” fue un espectáculo con un discurso claro en su sentido político, pero, a la vez, muy emotivo, que cerró una etapa de maduración en muchos de nosotros.
Personalmente, me cambió la cabeza.
Nadie salió de él igual que como entró.
No fue fácil pasar por su interior, porque el Uruguay estaba en llamas y las cosas que se decían sobre el tablado eran sufridas en carne propia por muchos de los que posiblemente estaban sentados en la tribuna.
Nos sirvió para aprender que una cosa es hacer una crítica a la políticos por sus decisiones y otra, muy distinta, es ver el resultado de sus acciones ahí mismo, frente a frente.

Ese carnaval los tablados funcionaron como válvula de escape de una olla a presión a punto de estallar, pero donde también como ámbito donde era posible sentir que asomaba una esperanza: el triunfo del Frente Amplio.

Por ese motivo, todas las actuaciones mezclaban el hecho artístico con una tarea consciente y militante, que todos realizábamos con cabeza y corazón.
Y si bien en la jerga del murguista se usa la palabra “garrón” para referirse a todas aquellas actuaciones benéficas (no remuneradas), ese año no hubo dudas ni fisuras: nadie estuvo de vivo ni faltó a la cita.
En cada frase de ese repertorio nos sobró gusto y rebeldía.
Fue tan fuerte que, al finalizar cada retirada, nos dabamos un abrazo interminable.
Era un momento nuestro, íntimo, un modo de luchar y dercir presente.
Sabíamos que a nuestro lado pasaba una revolución y queríamos estar ahí mismo.

***

La Caldera de Los Diablos” tenía varios momentos fuertes: El popurrí, los cuplés “El banco del Infierno” y “La cárcel del Infierno” y un remate impresionante, con la canción “El Merendero”, que narraba la problemática más cruda, en una época donde en algunos barrios los niños comían pasto.

Al interior de la murga la crisis también golpeó duro: varios compañeros estábamos sin trabajo, otros se levantaban a hacer feria a las seis de la mañana y apenas dormían una siestita entre tablado y tablado y otros vivían con la incertidumbre de cómo sacar adelante a sus familias, en un temporal donde no había certezas ni un camino claro para continuar.

***

El espectáculo tenía una crítica aguda, aunque a la historia pasaron sus momentos más emotivos.
Leonardo nos lo leía a Andrés y a mí en el auto y desde el primer momento decubrí que era una propuesta con mucho rock and roll; por eso me enamoró.
Originalmente, yo iba a interpretar el personaje del Diablito, pero, antes de fin de año, Albino Almirón anunció que se iba a A Contramano, de modo que tuve que pasar a actuar el personaje “Pecador”, lo que significó readaptar algunas partes a último momento.
Con Albino nos conocíamos de la noche desde hacía siete años y habíamos forjado una gran amistad, así que su salida de la murga fue convulsionada y movilizadora.
Sin embargo, pudimos encotrarle la vuelta y la propuesta comenzó a funcionar ni bien lo comenzamos a cantar en los tablados, donde la respuesta fue contundente, sin importar el tipo de público presente.
En el Cerro, no pudimos terminar “El Merendero”, porque el público se paró a aplaudir y la ovación duró varios minutos.
En el Sporting, con un público que aparentemente vivía otra realidad, la respuesta era calida y afectuosa, con aplausos a rabiar.
En Argentina, donde la crisis había dejado un terremoto parecido, también nos despedían entre lágrimas.
En el Comcar cantamos para la mayoría de los presos.
Era obligación de las murgas realizar allí una actuación solamente en uno de los módulos, pero estábamos tan convencidos que pedimos para hacerla en todos.
Pero la señal más fuerte de que estábamos convencidos de la totalidad del espectáculo salió en una conversación inocente, viajando a Colonia.
Allí nos esperaban para una conferencia de prensa, donde pensábamos contar todas las actuaciones benéficas y el modo en que se recibía una propuesta jugada y comprometida.
“Esas cosas no se dicen. Si contamos todo lo que hay detrás, es hacer panfletos. Hay que cantar y punto”, dijo Antonio.

(*) Fragmento del cuplé-canción final “El Merendero”, de Los Diablos Verdes 2003, escrito por Leonardo Preziosi.

En el merendero de este infierno
hoy comemos compartiendo un mismo sueño,
los anhelos, los deseos; sin entender jamás el sentimiento,
solidarios con el alimento

A pesar de un mundo tan tirano

siempre hay gente que te da una mano
¡Qué nunca falte un plato! ¡Qué no demos abasto
para esos chiquilines que hoy están comiendo pasto!

Y a todos los que comen en la mesa del gobierno
empachados de promesas y alcahuetes del imperio:
No podrán matarnos la esperanza,

no podrán quitarnos la ilusión,

porque el hambre que hoy anda en nuestra panza
no anda nunca por el corazón

Porque la miseria no es andar con poca plata
Miserable es el que miente y se divierte en la desgracia
Por eso en la barriga, La Teja nunca miente
Llorando, casi a gritos, está el hambre de la gente

A comer en una misma mesa
A brindar por una solución
Porque el merendero mastrica y pone ganas
Tragando rebeldía de un pueblo que resiste entre las llamas

Porque el merendero, mastica traga y traga
La bronca de la gente (que es su gente)
Y lucha por tener otro mañana

Ojalá que pronto llegue el día
Donde todos coman por igual
Donde nuevamente la familia
en la mesa se vuelva a encontrar