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Araca la Cana se reinventa con una rica y nueva mirada sobre la marginación

Por Facundo de León
Foto: Teatro de Verano

«La presencia de amplios grupos marginados o discriminados atenta contra valores políticos tan elementales como la igualdad o la justicia social con los que se identifica el orden constitucional de la mayoría de los Estados contemporáneos». VELAZCO, Juan Carlos, Discriminación positiva, diversidad cultural y justicia, 2007, pág. 141.

La marginalidad, como concepto, puede ser objeto de análisis desde múltiples aristas, las cuales deriven hacia caminos totalmente opuestos a la hora de la reflexión final y factibles conclusiones. Históricamente, el abordaje teórico del concepto fue emparentado a una visión negativa donde la constatación empírica refleja un desplazamiento y una reducción considerable de oportunidades solventado en diversos factores dependiendo el caso.

Araca la Cana establece un discurso sumamente directo y descriptivo, afirmando que existen cantidades de formas de vivir marginando, ya sea por el Estado, las leyes que rigen el mercado actual, las modas, etc.

Este fenómeno sucede desde tiempos inmemoriales y convivió siempre bajo los parámetros de la naturalización. Ante problemáticas como estas, la reivindicación se convierte en sinónimo de visibilidad y exigencia política con el cometido de establecer un freno a injurias permanentes que provienen de una cultura que no las cuestiona.

Con el ascenso de fuerzas progresistas en la región y el mundo, movimientos sociales que pregonaban una mayor protección a sectores desplazados desde siempre y la aparición de una sensibilidad más profunda sobre determinados temas en la sociedad los cimientos que sustenta las condiciones perfectas para promover un sistema de enormes diferencias «legitimadas» se ve desestabilizado o al menos cuestionado.

El resultado de estos cuestionamientos es certero. La caridad no es una opción para resolver una patología hereditaria que enferma a la sociedad. En cambio, las políticas públicas claras con carácter asistencial que otorguen garantías y protección social a un sector de la población golpeada por eternas desigualdades estructurales, sí lo son.

La gestación de un marco normativo que avale la protección de ciertos colectivos –minoritarios o no- a través de un marco jurídico tales como la Ley de cuotas o la Ley trans en Uruguay –por citar algunos ejemplos- han establecido nuevas discusiones en la sociedad.

Surgen conceptos tales como el de discriminación positiva esto es; «políticas públicas conocidas (…) en favor de determinados grupos minoritarios se suelen encuadrar dentro de las llamadas políticas del multiculturalismo o de la diferencia» (…) «Su práctica se enmarcaría, más bien, dentro de un proyecto político destinado a configurar una sociedad más justa y equitativa» VELAZCO, Juan Carlos, Discriminación positiva, diversidad cultural y justicia, 2007, pág. 142.

Sobre esto nuevamente aparecen un sinfín de debates. Están quienes creen que las políticas públicas sobre poblaciones desplazadas son favorables y ayudan a apaciguar enormes diferencias sociales. Por otro lado, están quienes creen que favorece a una discriminación positiva facilitando a ciertas poblaciones de una sociedad al acceso a determinados espacios o remuneraciones deslegitimando la importancia de la competencia que de manera «justa» y «democrática» basa sus parámetros en la meritocracia.

Araca la cana centra su espectáculo en un concepto nombrado innumerables veces a lo largo de los carnavales, pero sobre el cual no se establece una profundidad extensa como lo merece. Desde una óptica multifocal La Bruta navega con el espectador en lugares de mayor comodidad y algunos de mayor interpelación donde todos/as podemos sentirnos identificados/as.

El conjunto trabaja la marginalidad como motor que empuja a una cantidad de estímulos diferentes. En una deliciosa descripción la murga propone a los/as votantes del Partido Colorado como una especie minoritaria y desplazada del sistema político nacional. En este bloque del espectáculo aparece una analogía interesante con la realidad que deriva de la minoría como fundamento de risa de un colectivo mayoritario.

Ese lugar debilitado en el que se encuentra actualmente el partido es un hueco para explotar el humor, pero, de trasfondo, hay un mensaje mucho más profundo que es la tendencia en la sociedad a la risa provocada por una población minorita y en ocasiones marginada. Actualmente convivimos en un proceso de mayor sensibilidad que conlleva a una reducción en esta concepción del humor, pero es innegable que aun convive en la sociedad.

La murga propone un bloque que resulta sumamente interesante. Un personaje que decide auto marginarse para buscar la felicidad. Aquí vale subrayar otra temática intrínseca como lo es la indiferencia y la carencia de empatía sobre el contexto que rodea a cada individuo. El desligarse de una cantidad de situaciones sobre las cuales la actuación es nula, producto de fenómenos que supuestamente exceden y no son de propia incumbencia. Aquí, y con una postura sumamente directa, Araca la Cana ataca a esa búsqueda permanente de la gratificación personal menospreciando la situación del prójimo.