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Veinte niños y adolescentes murguistas de Chin Pum Fuera reviven la tradición carnavalera de Tala

El proyecto lleva tres años y es una de las principales actividades culturales de la ciudad. Lo comanda Jorge «Cachorro» Ferrar (foto), con la colaboración de Edén Iturrioz y Pablo Riquero. Preparan un nuevo espectáculo para actuar en eventos, escuelas y beneficios.

Foto: Jimena del Río Ocampo.

Con algo más de cinco mil habitantes, Tala es un típico pueblo del interior uruguayo, según las postales que muestran su arquitectura, sus costumbres y su gente.
Su ubicación, 80 kilómetros al noreste de Montevideo, en la intersección de las rutas 7 y 12, lo posicionan como un paso obligado de la producción agropecuaria que baja a la capital proveniente de una rica región del departamento canario.
Como todos las localidades que van camino al bicentenario, también tiene una tradición propia, en la que el encuentro y la celebración son una elocuente señal de identidad, como lo son la vendimia, la semana de la miel, las llamadas o la noche de las antorchas, entre otras tantas fiestas populares que conforman un numeroso calendario, a lo largo y ancho del país.
Pero esas tradiciones muchas veces van cayendo en desuso y pueden desaparecer si no reciben a tiempo una inyección de parte de su gente.
En el caso de Tala, la murga Chin Pum Fuera es la encargada de revivir los viejos carnavales, que hasta no hace mucho se palpitaban con carros alegóricos y gente disfrazada por las calles.
Solo que esta vez, los protagonistas son niños y adolescentes, al mando de Jorge «Cachorro» Ferrari, un joven murguista que ha pasado por varias murgas montevideanas tocando los platillos.
En su memoria están presentes aquellas postales en las que la ciudad abandonaba la formalidad y la rutina, al ritmo de bombo platillo y redoblante.
Pero además de revivir una antigua tradición, la murga tiene otra cualidad fundamental: es uno de los pocos proyectos culturales de una ciudad que ha ido perdiendo progresivamente su capacidad de convocar, a través del arte.
«Antes había teatro, pero ya no; sólo existen pequeñas bandas musicales», dijo Jorge a Calle Febrero.
Él, en coordinación con Edén Iturrioz -un experto en el trabajo con niños, a través de La Zafada- más Pablo Riquero, se han encargado de componer las músicas y escribir los repertorios para este grupo de jóvenes de entre seis y dieciocho años que el año pasado llegó al certamen de Promesas, seguidos por una numerosa, bullanguera y orgullosa hinchada, integrada por padres y allegados.
La experiencia del concurso fue buena y sirvió para dar visibilidad al proyecto, aunque la competencia no es uno de los objetivos principales y, por lo tanto, no la repetirán esta temporada.
En su lugar, los espectáculos serán creados para actuar en escuelas, eventos y beneficios, a pedido de los padres.
Lo artístico, si bien es importante, no es el centro del asunto, reconoció el responsable del taller y la murga, tras agregar que lo principal es transmitir valores y educar.
No obstante, para subir al escenario es importante dotar a los niños y adolescentes de algunos criterios y nociones importantes, aún en planos técnicos como el canto y la puesta en escena.
Los mismos se transmiten a través de juegos y no es necesario que los jóvenes tengan conocimientos previos en esas áreas para poder participar, puntualizó Jorge y afirmó que son los propios niños quienes definen las temáticas y argumentos que luego se llevarán al papel.
El grupo continuará convocando talleristas de distintas vertientes para que realicen su aportes a la murga, finalizó el responsable de Chin Pum Fuera.